En su diccionario de Obras
Completas, libro número 28, que recoge las letras c y d,
José Camilo Cela nos dice que el día 13 de febrero de
1975 tuvo el honor de presentar a la Real Academia Española
la comunicación de algunas voces usadas por Quevedo y
no incluidas en la XIX edición del Diccionario…, en la que
figuraba la voz que nos ocupa. Y que la corporación, dando
muestras de su buen sentido, su abierto criterio y su
vitalidad evidente, se digno acogerla en el diccionario. Se
usa frecuentemente como interjección.
Francisco Umbral decía que lo que más le interesaba
del asunto era el “coño” conversacional, que es quizá la
palabra más usada en castellano y ponía ejemplo tan
expresivo:
-A ver si nos vemos, coño, vente por casa, coño, me gusta lo
que escribes, coño, claro que me gusta, pero nunca tengo
ocasión de decírtelo, y nos tomamos, coño, unas copas, que
ya está bien, coño.
Claro que hay el coño exclamativo, y el coño propiamente
dicho, pero lo que más abunda, según FU, es el coño
conversacional, que antes se encontraba en Cela y ahora en
casi todos los columnistas de periódico. La palabra coño
tiene así un valor de punto y coma, de interjección
tranquila, de rúbrica.
Ni que decir tiene que las mujeres usan mucho el “coño”
conversacional y hasta referente: “Estoy de mi sargento
hasta el coño”, le decía una soldado a otra cuando se
cruzaron conmigo por el paseo marítimo de la playa Benítez.
Otras, más imaginativas, que las he oído yo, dicen: “Me
tienes hasta las tetas”.
Durante la dictadura, el uso de tacos fue signo de
izquierdismo. Luego, con la llegada de la democracia, la
izquierda fue echando mano de la corrección hasta caer en la
cursilería. Así que los hombres consideran que la
utilización del taco es machismo dialéctico. Las mujeres,
sin posible sospecha de machismo, siguen hablando como
camioneros. No todas. La verdad sea dicha.
Días atrás, durante el pleno extraordinario celebrado con el
fin de aclarar lo que es conocido como ‘caso Urbaser’, a
nuestro alcalde, que hasta ahora ha formado parte de los
cursis que suelen deteriorar el idioma, mientras los catetos
le dan realce, como bien dice Santiago Mora Figueroa,
marqués de Tamarón, se le escapó un coño que sorprendió a
propios y extraños. Un coño jeremíaco.
El coño de nuestro alcalde tuvo valor de punto y coma; de
interjección inquietante; lamento de alguien que tiene la
sensación de que lo están persiguiendo sañudamente para
acabar con él. A nuestro alcalde le salió su coño del alma.
Como prueba evidente de que, a partir de ahora, cuantas
denuncias se vayan produciendo contra su gobierno serán
rebatidas por él mediante exclamaciones contra enemigos que
actúan en la sombra a fin de darle matarile político. Así
que nos tenemos que preparar para ser testigos de sus gritos
desgarrados, con coños incluidos, a cada paso, a fin de
venderse como alguien que es objeto de acoso y derribo.
Cuando lo de Urbaser sigue oliendo a podrido por los cuatro
costados, ha surgido otro caso que tiene ribetes de
escándalo mayúsculo. Es algo relacionado con la compra de
materiales a una empresa, por medio de facturas
fraccionadas. Y lo que aletea a su alrededor. Y a nuestro
alcalde, que ha salido a la palestra para decir, mediante
alzamiento de voz, que el pone la mano en el fuego por
Yolanda Bel, le ha faltado la rubrica de ese coño que
tan celebrado fue en la declaración que hizo de su honradez
y la de los suyos. En el ‘caso Urbaser’. Y es que, coño, van
a por él…
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