La inmigración ilegal, fenómeno
que afecta de manera especial a las fronteras de Ceuta y
Melilla, tuvo ayer un nuevo episodio de entrada violenta y,
en este caso, multitudinaria, en las dos ciudades autónomas,
donde se registró una sorpresiva y al parecer, sincronizada,
avalancha de inmigrantes procedentes de Marruecos. Es obvio
que las mafias parecen no tener cortapisas a la hora de
emprender acciones espectaculares, bien utilizando vehículos
a toda velocidad o, como en este caso, asaltando las vallas
fronterizas e irrumpiendo en tierra española a las bravas.
Junto al factor humanitario de quienes nos llegan huyendo
del hambre y la opresión, hay que unir la precariedad con la
que intentan alcanzar un mundo mejor, a veces de manera
rudimentaria, utilizando flotadores o jugándose la vida en
pateras o escalando por la valla, con independencia de la
altura que tenga o las dificultades que comporta. El estado
de desesperación lleva a afrontar estas situaciones límite
aunque pongan precio a su vida. Una escalofriante forma de
cambiar el rumbo de su existencia, aunque se vean obligados
a sufrir situaciones extremas en todos los sentidos.
La inmigración en forma de avalancha, dicen que es el
intento de las mafias de “colar” inmigrantes antes de la
llegada del invierno para evitar condiciones mucho más
duras, aunque lo cierto es que se juegan la vida sin
importarles la ruta a utilizar o los riesgos a correr. El
objetivo que persiguen, su única obsesión, es alcanzar un
mundo de progreso, buscarse la vida en un país que les
proporcione las condiciones mínimas de subsistencia. Además,
el episodio de ayer demuestra que la presión migratoria por
la que Ceuta pide ayudas a la Unión Europea es una
evidencia. Las imágenes hablan.
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