Cada veintiún de septiembre
traemos consigo la esperanza de un hábitat más humano,
celebrando el Día Internacional de la Paz, como una jornada
de cese al fuego y no-violencia global. Naciones Unidas ha
decretado que esta jornada se dedique a reforzar los ideales
armónicos por toda la faz del planeta. Un mundo que precisa
modelos de referencia para reflexionar y romper con el
círculo vicioso de la violencia. Para ello, tenemos que
cultivar actitudes nuevas que tomen como referente una
fructífera vida interior, para que pueda propiciarse una
atmósfera de respeto, honestidad y cordialidad. Es necesario
enseñar a los seres humanos a vivir sin armas, a tener otra
mentalidad más fraterna, a cultivar la tolerancia y a decir
NO a la venganza. Tampoco se trata de encerrarse en uno
mismo viviendo en la indiferencia, debemos ser ciudadanos de
acción para que entre todos se active el entendimiento.
Precisamente, el reciente anuncio del desmantelamiento del
arsenal químico sirio, para el primer semestre de 2014,
germina de esa pedagogía compasiva y solidaria que todos nos
merecemos. Haya clemencia.
Hemos de aprender a convivir con los demás y por los demás.
Es la gran asignatura pendiente. Aún no está en los planes
curriculares de estudio. Debiera ser tan importante como
aprender a leer o a escribir. Si viviéramos más
interiormente estoy seguro que forjaríamos otro tipo de
sociedad más justa, más incluyente, más pacífica, menos
interesada en definitiva. En efecto, esta época nuestra,
caracterizada por la aparición de conflictos globales,
reclama un compromiso internacional concertado en la
búsqueda de un desarrollo para todos. Hay que despojarse de
esa mentalidad competitiva, que no conduce más que al
egoísmo, lo que representa un peligro para la paz.
Ciertamente, la alarma de focos de tensión es tan creciente
en el momento actual, que dedicar un tiempo a conmemorar y
fortalecer los ideales de paz de cada nación, aunque sólo
sea por un día, también vale la pena como referente.
Sentirse motivados para cumplir una cesación de hostilidades
puede ser el inicio de nuevas iniciativas que favorezcan la
unión entre todos.
Los referentes de paz, sin duda, son una ética de
fraternidad que nos hace más necesarios unos de otros. Es
indispensable, pues, que las diversas culturas se inspiren
en unos criterios de generosidad. La codicia y el deseo de
dominación, la intolerancia y el odio, las estructuras
injustas y el sueño por el poder, tienen que desaparecer por
completo de nuestras vidas. Nada nos hace más daño que
tolerar atentados y delitos contra las vidas humanas. Nada
nos hace más desgraciados que permanecer pasivos y
acostumbrarnos a convivir con esta salvaje realidad. Nada
nos hace más ruines que soportar la muerte de tantos
inocentes, con la huída de las responsabilidades.
Efectivamente, cada agresión a la vida, provoca
inevitablemente deterioros comunes a toda la humanidad. De
ahí, lo importante que es la adhesión universal de todos los
Estados a los acuerdos. Allanan los caminos hacia la
convivencia en paz. De lo contrario, sin ese renovado
nacimiento espiritual y moral de las personas y de las
familias, va a ser complicado activar la concordia en el
mundo.
Estoy convencido de que el único modo de crear una cultura
universal de paz no es únicamente por la vía educativa, que
también, pero más todavía por la vía de los referentes. El
desarme tiene que ser una referencia permanente. La armas
tienen que dejar de ser un negocio. No es la solución a
nada. Es más un calvario. Un país que gasta más dinero en
armas que en activar el estado social se acerca por sí mismo
a la decadencia. Por consiguiente, debemos salvar la
evitable catástrofe final del juego peligroso de las armas.
Su destierro tiene que ser posible. Porque la colaboración,
el perdón, la reconciliación son respuestas que nos
sensibilizan; en cambio, la armas todo lo destruyen sin
piedad. Los gobiernos tienen que mostrar alternativas a la
violencia y la ciudadanía debe concienciarse que somos un
planeta, una tierra, una especie de familia dispuesta a
abrazarse. Esto supone la difusión de unos valores
injertados en el propio ser humano, en comunión con el
anhelo de paz que interiormente sentimos, y que echa por
tierra tanto los desórdenes que nos separan, como aquellas
barreras que nos dividen a los unos de los otros.
Evidentemente, para evitar fragmentaciones, el referente del
diálogo sincero y comprensivo es fundamental. Cualquier
solución negociada es más resolutiva que el lenguaje de las
armas. No se puede desmembrar la humanidad financiando
conflictos con recursos de todos. Tampoco es de recibo en
una sociedad pensante reclutar niños para los ejércitos en
lugar de estar matriculados en las escuelas. Nuestro afán y
desvelo ha de ser la armonía, es nuestra misión centrarnos y
concentrarnos en los derechos humanos, resolver las
diferencias conversando. Así, pues, bienvenidas todas las
conferencias de paz. Al menos traen ilusión, en cambio las
guerras nos retrotraen a tiempos de incomprensión y engaños,
con el consabido retroceso de humanidad. Pienso que el mundo
debería hacer causa común en devolver la tranquilidad al ser
humano y en hacer realidad las innatas aspiraciones de ser
gentes de paz. Bajo el referente de la sensatez se pueden
liberar pueblos; vencerse a sí mismo de las contrariedades y
buscar otros modos de caminar unidos. A veces es cuestión de
recapacitar sobre las amenazas y los desafíos que se nos
presentan y ver la manera de emplearse a fondo en solventar
las discrepancias, antes de que el triunfador se vuelva
insensato y el subyugado vengativo.
Está visto que necesitamos agrandar nuestros esfuerzos por
forjar una pacifica alianza entre la especie humana,
fortaleciendo el espíritu fraternal con el raciocinio,
mejorando la vida de nuestros semejantes como si fuera
nuestra propia vida. Abriguemos en nuestra propia alma los
referentes de paz y comprometámonos a hacer todo lo que esté
en nuestras manos porque esta paz de un día, sea más que una
tregua. No es un sueño. Hay que ponerse manos a la obra, con
el intelecto al servicio de las personas o la inteligencia
-como dijo Antoine de Saint-Exupery- al servicio del amor.
* Víctor Corcoba Herrero es escritor
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