Los problemas que están surgiendo en el nuevo campus
universitario de Ceuta en el umbral del comienzo del curso
2013-2014, con unas instalaciones que habían creado grandes
expectativas y han costado no pocos millones de euros, no
son de recibo si el celo y seguimiento de las obras y los
protocolos técnicos, se hubieran desarrollado con un mínimo
de rigor. En este caso, se ha hecho gala de ese pecado
original que dicen caracterizado a los españoles de
improvisar sobre la marcha, para ir solucionando los
problemas conforme éstos vayan surgiendo. Un proceder nada
edificante ni del que vanagloriarse, porque también dice el
viejo refrán que “las prisas son malas consejeras” y, en
este caso, se viene actuando con una celeridad reconocida
para “tapar boquetes” y críticas.
En un edificio que ha costado en torno a los 30 millones de
euros en su rehabilitación, al que las cuestiones económicas
en cuestión de sobrevaloración han sido puestas sobre el
tapete por los partidos de la oposición que aludían a un
exceso del Presupuesto inicial que hasta consideraban
ilegal, nada mas que le faltaba para poner la guinda, un
desastre de esta naturaleza, donde “entre todos la mataron y
ella sola se murió”, porque aquí parece que la culpa no es
de nadie pero todos tienen que ver en tantas anomalías, con
un deficiente desarrollo de las instalaciones. Un resultado
final que esperaban los profesores y que les ha sorprendido
por lo que aún faltaba para un correcto funcionamiento.
Desde UPyD ya lamentaban hace unos meses que esta obra
“faraónica que ha costado más de 30 millones de euros a los
ceutíes, sea una obra parcheada y con falta de previsión”.
También la coalición Caballas equiparaba esta actuación
urbanística con las obras del aeropuerto de Castellón en un
claro ejemplo de esta política alocada y manirrota.
Y es que en el tema económico habría que clarificar muchas
“sombras” y preguntar qué se ha escondido tras las obras del
campus, si todo el dinero se ha invertido en ellas y quién o
quienés se han visto beneficiados de forma ilegal. Estamos
ante un Gobierno en el que la práctica habitual es ni exigir
ni asumir responsabilidades, pase lo que pase. Se paga lo
que haga falta y santas pascuas. Lo peor es que, ya hemos
visto en el Ayuntamiento de Melilla lo sucedido con diversos
contratos que la policía ha requisado en materia de
adjudicaciones y, también dice un viejo refrán que “cuando
las barbas de tu amigo veas afeitar, pon las tuyas a
remojar”. De manera que, cuidado con el “afeitado”, con la
navaja y con el corte que pudiera darse…
Tal cúmulo de errores hace pensar mal: o hay mucho inútil
por ahí suelto que no merece la confianza que se le otorga o
son más torpes de lo que nos creemos o son demasiado listos
y se hacen los tontos.
Lo cierto es que no salimos de Málaga y nos metemos en
Malagón. Antes fue Urbaser, el pago a proveedores sin
consignación presupuestaria, el fraudulento y frustrado
contrato de publicidad institucional y ahora el Campus
universitario. Es que no ganamos para disgustos…y sorpresas.
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