La actualidad tiene de malo que
obliga a hablar de ella; atenta contra la libertad de
expresión. Y no es porque no acontezca nada, como solía
antaño; bien al contrario, sucede mucho, pero siempre lo
mismo. Es el chino que pasó veinte veces delante del
centinela, y éste, al dar el parte, aseguró que habían
pasado veinte chinos. Solo que ahora pasan unos cuantos
chinos unas cuantas veces, pero son los que pasaron ayer (el
párrafo es de Lázaro Carreter. A quien sigo leyendo
con el mismo fervor de siempre).
La conversación de los españoles, en cuanto tienen la menor
oportunidad, se centra en Bárcenas, en los ERE, en
cómo el PP se va hundiendo sin prisa pero sin pausa, y,
naturalmente, en cómo los socialistas han tocado fondo. De
Gibraltar, desencuentro que ha copado toda la atención de
los medios, durante gran parte del verano, como otrora lo
hiciera el monstruo del lago Ness, ya apenas se habla.
Ana Botella, tras mostrarnos en Argentina su inglés
fluido y bostoniano (!), se ha mantenido unos días
acaparando la atención de la gente. Hasta que llegó Nadal
y acabó con el cuadro.
Del fichaje de Bale por el Madrid se ha venido
hablando todos los días y fiestas de guardar, desde hace ya
no sé qué tiempo. Y lo que te rondaré, morena. Pero de lo
que todo el mundo opina, hasta haberse convertido en un
debate jamás visto nunca antes en el mundo del fútbol, es de
la suplencia de Iker Casillas en el Madrid. Así que
muchos son los que siguen bisbiseando maldades contra
Mourinho. El cual vive a lo grande en la tierra de
Shakespeare.
Uno, que fue pionero en decir que Casillas era un portero
sobrevalorado por una prensa entregada a un muchacho cuyo
representante artístico había sabido venderlo, en varios
sentidos, por más de lo que valía, tuvo que soportar con
estoicidad las críticas de cuantos no querían entender que
las cualidades de Iker tenían ya condición de caducidad.
Fabio Capello, en un momento determinado, estuvo a
punto de concederle la titularidad a Diego López, y
hasta recomendó el fichaje de un portero alto, como ya lo
hiciera con Illgner, en su día, para desbancar a otro
bajito, llamado Buyo; que era, sin duda alguna, mejor
que Casillas. De ello puedo yo argumentar cuanto me
apetezca. Incluso teniendo delante a Relaño; que
habla de fútbol como suelen hacerlo los ladrones de oído.
Hace ya su tiempo, a mí se me ocurrió escribir que
Vicente del Bosque estaba defendiendo la imagen de
Casillas, al margen de los merecimientos acumulados por
éste, que son innegables, y que otro día podría enumerarlos,
por algo tan elemental como son los dineros que genera el
portero mediante la publicidad. Y, claro, las decisiones que
ha ido tomando el seleccionador me han dado la razón.
El lunes, en ese espacio de la miscelánea semanal, escribí
yo algo correspondiente al partido frente Chile, que saldrá
publicado el domingo. Y en él digo, antes de jugarse contra
los chilenos, que Del Bosque cometió una injusticia, por no
decir algo más grave, dándole la titularidad a Iker en
Finlandia. Cuyo equipo, aun haciendo el mejor partido de su
vida, carecía de recursos para llegar a la portería
española, más de una vez. Así ocurrió. Y el encuentro fue de
una gran placidez para el portero. En cambio, la selección
chilena, compuesta por buenos y aguerridos jugadores,
enfrentados además a una selección hecha para salir del
paso, era una prueba muy dura para Valdés o Reina.
Del Bosque actuó mal a sabiendas. Lo cual no ha pasado
inadvertido para los profesionales de la cosa.
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