Es evidente que la convivencia
necesita del aliento ciudadano. Naciones Unidas, con motivo
del Día Internacional de la Democracia (15 de septiembre),
ha impreso un lema que nos insta a ejercer de demócratas.
Por ello, es fundamental contar con un poder judicial
independiente. Ciertamente, el mundo vive hoy enfrascado en
mil contiendas, muchas veces activadas por unos líderes que
no escuchan la voluntad de los pueblos, y que para nada
conducen a un clima participativo. Desde luego, uno no puede
verse obligado a obedecer sin haber sido oído antes. Por
desgracia, algunas formas que se dicen democráticas de
gobierno, distan mucho de serlo, ejerciendo sus dirigentes
poderes dictatoriales, incontrolados y poco transparentes.
De ningún modo, el poder del dinero puede ser superior al
poder democrático de los Estados, que lo único que tiene que
hacer es trabajar con todas las energías para liberar de la
pobreza a su ciudadanía.
Ahora bien, para ejercer este espíritu democrático, aparte
de tratar de superar los desafíos planteados por la
exclusión, es necesario emplearse a fondo para que cada ser
humano sea respetado como tal. Los verdaderos demócratas han
tomado el respeto como religión, no se hacen la guerra unos
a otros, veneran los derechos humanos y el estado de
derecho, afianzan el diálogo y buscan el consenso entre las
partes. A mi juicio, las sociedades actuales tienen que
promover ciudadanos activos y responsables, dispuestos a
colaborar en el mundo que queremos forjar, tanto si se
expresa directamente como a través de sus representantes
electos. De ahí, el objetivo de alumbrar la trascendencia de
la voz ciudadana en todo tipo de debates. Tenemos que tener
la libertad de poder decir, o si se prefiere, la capacidad
de poder decidir cómo y con quién queremos ser gobernados.
Aunque no existe un modelo único de democracia, los
demócratas (de conciencia, alma o vida) comparten
características comunes de hacer, y de dejar hacer, dentro
de unos criterios de opinión, que todos puedan manifestar,
para confluir en el bien colectivo. Reniegan de los
intereses partidistas como también detestan las masas
dominadas por el poder. La verdadera democracia solamente
puede edificarse sobre valores, y cuando este ánimo comienza
a manipularse, la corrupción se adentra en las instituciones
y en los gobiernos, haciendo un daño tremendo a los
principios democráticos entretejidos en el mismo derecho
natural. Por eso, creo que es el momento de recapacitar y de
pensar sobre nuestro ejercicio de no casarse a poder alguno,
si acaso al poder de servicio. Téngase en cuenta que una
democracia no avanza si se debilita nuestra voz, sino se
fortalece el imperio del derecho y el respeto a todas las
libertades y derechos humanos, sin obviar el propio derecho
al desarrollo. Hemos de forjar, pues, sociedades inclusivas.
En cualquier caso, a todos debería preocuparnos el retroceso
actual, las desigualdades que está generando esta crisis
financiera, el desgobierno y la confrontación de muchos
países, la pasividad de algunos dirigentes ante las riadas
de abusos, todo este desorden hace mucho daño, puesto que es
un revés a la propia democracia.
Ello nos impone una responsabilidad social a todos los que
valoramos el ideal democrático como gobernanza. Pienso que
debemos esforzarnos por escucharnos más unos a otros,
protegiendo el derecho de las minoráis y la voz de los
grupos vulnerables, también tenemos que desterrar a los
corruptos del pedestal del poder, facilitar el acceso a una
justicia gratuita y autónoma, así como reclamar el derecho a
la dignidad de todo ser humano. Sin duda, tenemos que
adquirir nuevas prácticas democráticas, desde una cultura de
participación cívica a una cultura responsable, desde unos
gobiernos que gobiernen para todos, y no para sí y sus
seguidores, hasta poder restaurar la concordia y el orden
natural de las cosas. Al fin y al cabo, ejercer de
demócratas es mucho más que limitarse a participar en unas
elecciones, es una actitud liberadora, un modo de ser y de
actuar enraizado en la naturaleza humana. No perdamos la
oportunidad de hacerlo a tiempo completo.
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