Las declaraciones de nuestro
alcalde, durante el debate correspondiente al ‘caso Urbaser’,
me han permitido comprobar que el lenguaje que ha empleado
es un bodrio. Su defensa del comportamiento del gobierno
ante las actuaciones de la empresa de la basura ha sido de
ínfima calidad.
Causó pena verlo defender lo indefendible por medio de
circunloquios capaces de causar más pena que fobia por
haberse hecho el lipendi ante las irregularidades contenidas
en un contrato que lleva desaparecido la tira de tiempo.
Nuestro alcalde no se cansó de decir, aunque convertido en
un auténtico farraguista, que su gobierno había errado mucho
en todo lo relacionado con Urbaser pero que los yerros no
significaban que nadie hubiera metido la mano en la caja. Y
que si bien aceptaba que se les tachara de permisivo, jamás
admitiría que se dijera que había habido el menor atisbo de
corrupción en prueba tan palpable de dejadez fiscalizadora.
Nuestro alcalde gesticulaba y peroraba sin orden ni
concierto. Con la faz desencajada y convencido de que estaba
metido de hoz y coz en una situación desairada que reflejaba
lo peor de él. Nunca antes lo había visto yo tan falto de
recursos para poder salir de un trance donde la realidad se
imponía: El contrato de Urbaser era una chapuza al servicio
de la empresa Urbaser (Aróstegui).
Aróstegui, convertido en líder de la oposición, amén de
pedirle responsabilidades políticas a nuestro alcalde, por
su permisividad con una empresa que ha esquilmado los
dineros del pueblo, durante mucho tiempo, fue al grano:
“Usted ha sido alcalde gracias a ese contrato de la basura.
El voto de censura logrado por el PP se debió a la
aceptación de un contrato con Urbaser que ni siquiera
existe”.
Sí, ya sé que el grupo que usted dirige no es corrupto,
siguió largando el líder de la coalición Caballas, pero es
negligente, incompetente y descuidado por haber permitido
que una empresa haya actuado a su antojo y sin someterse a
norma alguna. Llevándose, por tanto, una pasta gansa del
pueblo.
Dado que Aróstegui había empezado su intervención diciendo
que los ciudadanos, hartos de la corrupción política
existente, habían visto en el ‘caso Urbaser’ un ejemplo del
trinque. La defensa de un Vivas acalorado fue así: “Yo estoy
donde estoy, a pesar del contrato de Urbaser, que hizo
posible el voto de censura al GIL, porque los ciudadanos lo
han querido mediante elecciones”. Y a partir de ahí le hizo
varias recomendaciones a su amigo y asesor, Aróstegui, con
el fin de que la sangre de la disputa no llegara al río. Y
hasta hubo un guiño entre ambos que no se le escapó a la
cámara de la televisión local.
Cuando le tocó el turno a José Antonio Carracao, lo
primero que dijo es que si la Ciudad ha cometido tantos
errores en cuanto a la fiscalización del contrato de la
basura, cómo es posible que usted, señor Vivas, diga que se
ha pagado lo debido.
Las palabras del secretario general de los socialistas,
siendo mucho menos incisivas que las del líder de Caballas,
causaron, sin embargo, más ira en nuestro alcalde. El cual
ya no sabía donde meterse. Le podía la presión y se le
desbordaba el desencanto por los cuatro costados. Y no se le
ocurrió más que parapetarse en el burladero donde suelen
hacerlo todos los que creen que son perseguidos. Y exclamó:
“Aquí se trata de enganchar a Vivas...”. Uf.
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