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OPINIÓN - LUNES, 9 DE SEPTIEMBRE DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Gatillazo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Junio de 1986. Los socialistas vuelven a ganar las elecciones generales con mayoría absoluta. Aunque desciende el número de sus diputados. ETA sigue matando y Felipe González hace verdaderos esfuerzos para no salirse de la senda de la Ley para poner fin al drama terrorista.

En octubre llega la gran noticia: Barcelona es elegida como sede de los Juegos Olímpicos de verano de 1992. El hecho es acogido con una explosión de júbilo. El Rey, que vive su momento de esplendor, manifiesta que ‘el éxito del trabajo se ha visto coronado con el éxito de la votación y con el éxito para Barcelona y España’. Dos alcaldes de Barcelona, Narcís Serra y Pascual Maragall se elogian mutuamente por haber participado intensamente en una candidatura que ha sido la ganadora. Felipe González declara: ‘La concesión de los JJOO es un reconocimiento a nuestra joven democracia’. Y, entre bastantes declaraciones, pues los triunfos tienen muchos padrinos, surge la más importante: la del presidente del Comité Internacional Olímpico; Juan Antonio Samaranch. El cual no cesa de decir que él no ha tenido mi arte ni parte en que se haya producido tan buena nueva. Nadie se lo cree. Dado el enorme poder que atesora. Y su enorme experiencia en tales casos.

España es un clamor. Cientos de jóvenes empiezan a solicitar el derecho a formar parte de los voluntarios para trabajar sin cobrar en semejante acontecimiento. Y a los españoles se les llena la boca diciendo que ya nos tocaba recibir una bocanada de aire fresco en un país que había estado sometido a tan larga dictadura.

Aquella Barcelona, elegida para organizar los JJOO del 92, no tiene nada que ver con la actual. Empeñada en acciones separatistas de poca monta. Ni tampoco el Rey es quien era. Ni España había perdido todavía ese entusiasmo por la democracia que hacía que la palabra no se les cayera de la boca a los ciudadanos. Ni era un autentico patio de Monipodio. Ni los políticos eran tan odiados como lo son actualmente. Ni las instituciones estaban bajo mínimos. Ni siquiera había un Bárcenas al acecho. Y, desde luego, los deportistas tenían la manía de doparse con inyecciones de vitamina B y a lo más que llegaban es a ingerir alguna que otra pastilla de optalidón. Salvo caso aislado. Es más, todavía faltaban días para que Felipe González pusiera al frente de la Guardia Civil a un paisano, llamado Luis Roldán.

Semejante panorama no era un oasis de felicidad, pero sí mucho mejor que el que nos está tocando vivir. Y aprovechando el momento adecuado por el poder que atesoraba Samaranch, hizo posible que Barcelona lograra su sueño y España lo celebró como los gaditanos lo hicieron con La Pepa en su momento.

En cambio Madrid, con fama de acogedora, excepto con Mourinho, ha dado un gatillazo más como candidata a celebrar unos Juegos que desea más que Ana Botella continuar siendo alcaldesa y a la que le hubiera venido superior, conviene decirlo, haber dado clases de inglés a fin de no hacer el primer ridículo con derecho a influir negativamente en la votación de los miembros del COI.

Y es que la capital del Reino se ha presentado con embajadores de un país donde el paro es una tragedia. Donde innumerables personas de cuarenta años para arriba carecen de futuro. Donde los comedores de auxilio social no dan abasto para atender la creciente demanda. Donde la corrupción y la crisis económica son pavorosas. Y, claro, la miseria y la desesperanza no son compatibles con ser sede de unos Juegos Olímpicos. Así que gatillazo.
 

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