La muerte de Manuel Martín Ferrand
me hace mirar hacia atrás. Porque fue en los comienzos de
los “felices sesenta” cuando el gran periodista empezó a
trabajar en el Diario de Cádiz. Allí hizo sus primeras
prácticas. Y hasta puede que hubiera sido recomendado por
Luis Balbontín Márquez, “Balpiña”. Seudónimo que popularizó
escribiendo de fútbol y viajando con el equipo amarillo por
toda España.
Balbontín era de Madrid, pero llegó a Cádiz en 1941. Lo hizo
como funcionario del Instituto Nacional de Previsión, lo que
en la ciudad se conocía como “la caja nacional”. Pero pronto
hizo periodismo en la radio y escribió en el diario de la
capital. Aquel periódico cuyas páginas parecían auténticas
sabanas y que en los días que había levantazo mantenerlo
abierto resultaba más difícil todavía que pegarle naturales
a un miura cuando semejante viento asentaba sus reales en la
Bahía Gaditana.
A Balpiña lo conocí yo un día porque me lo presentó Juan
Martín: funcionario municipal de El Puerto de Santa María y
directivo del equipo de mi pueblo. Estaba yo disfrutando aún
de mi etapa juvenil y presto a foguearme en categoría
nacional con el primer equipo de fútbol de la ciudad. Y debo
decir que me causó una magnífica impresión.
Pasados cinco años, desde aquel día, y siendo Balpiña un
gran altavoz en su programa deportivo en Radio Cádiz y en el
diario, recuerdo que estaba yo sentado en el Ramón de
Carranza viendo al Cádiz jugar un partido de preparación
para afrontar en las mejores condiciones la promoción de
permanencia en el Grupo II de la Segunda División A, frente
a la SD Eibar, tras haber eliminado ésta al Talavera y haber
ganado el primer partido en Huesca.
Dado que yo me había enfrentado al Eibar en dos partidos.
Alguien le dijo a Balpiña que nadie mejor para informar al
respecto. Y el periodista, consagrado en Cádiz en todos los
sentidos, tuvo a bien hacerme varias preguntas acerca del
equipo guipuzcoano. Y lo primero que le dije es que en él
jugaba un futbolista extraordinario, llamado Gárate. Cuya
participación en el equipo armero era tan vital como
necesidad había por parte de los rivales de anular sus
evoluciones.
Al día siguiente, salieron mis declaraciones en el periódico
y hasta se anunciaba que Balpiña y un jugador del Cádiz,
creo que se llamaba Moreno, aprovechando que estaba
lesionado, irían a Eibar para ver jugar al equipo que había
conseguido un magnífico resultado en tierras aragonesas. Balpiña y
Moreno, por lo que fuere, quizá por pereza de
viajar hasta Eibar, se quedaron en Madrid. Y, cuando
regresaron a Cádiz y fueron preguntados por Garate y su
equipo, dijeron que ambos eran muy flojitos en todos los
sentidos. Es decir, que emitieron opiniones falsas.
El Cádiz fue a Guipúzcoa convencido de que Garate y su
equipo no valían un pimiento. Y se encontraron con que la
Sociedad Deportiva Eibar en el Estadio Municipal de Ipurúa
ganó por 2-0 y Gárate fue el mejor de los contendientes. En
el partido de vuelta, que tuve la suerte de verlo, Gárate
hizo diabluras en Carranza. La eliminatoria quedó empatada y
ambos equipos hubieron de recurrir al desempate en el campo
del Plus Ultra. En la Ciudad Lineal. Ganaron los gaditanos
con ayudas.
Gárate estuvo una temporada en el Indauchu. Y luego hizo la
carrera que hizo. Balpiña nunca me perdonó que yo contara lo
ocurrido. Y a fe que lo pagué. Así es la vida.
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