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OPINIÓN - DOMINGO, 1 DE SEPTIEMBRE DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Historia agosteña
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La muerte de Manuel Martín Ferrand me hace mirar hacia atrás. Porque fue en los comienzos de los “felices sesenta” cuando el gran periodista empezó a trabajar en el Diario de Cádiz. Allí hizo sus primeras prácticas. Y hasta puede que hubiera sido recomendado por Luis Balbontín Márquez, “Balpiña”. Seudónimo que popularizó escribiendo de fútbol y viajando con el equipo amarillo por toda España.

Balbontín era de Madrid, pero llegó a Cádiz en 1941. Lo hizo como funcionario del Instituto Nacional de Previsión, lo que en la ciudad se conocía como “la caja nacional”. Pero pronto hizo periodismo en la radio y escribió en el diario de la capital. Aquel periódico cuyas páginas parecían auténticas sabanas y que en los días que había levantazo mantenerlo abierto resultaba más difícil todavía que pegarle naturales a un miura cuando semejante viento asentaba sus reales en la Bahía Gaditana.

A Balpiña lo conocí yo un día porque me lo presentó Juan Martín: funcionario municipal de El Puerto de Santa María y directivo del equipo de mi pueblo. Estaba yo disfrutando aún de mi etapa juvenil y presto a foguearme en categoría nacional con el primer equipo de fútbol de la ciudad. Y debo decir que me causó una magnífica impresión.

Pasados cinco años, desde aquel día, y siendo Balpiña un gran altavoz en su programa deportivo en Radio Cádiz y en el diario, recuerdo que estaba yo sentado en el Ramón de Carranza viendo al Cádiz jugar un partido de preparación para afrontar en las mejores condiciones la promoción de permanencia en el Grupo II de la Segunda División A, frente a la SD Eibar, tras haber eliminado ésta al Talavera y haber ganado el primer partido en Huesca.

Dado que yo me había enfrentado al Eibar en dos partidos. Alguien le dijo a Balpiña que nadie mejor para informar al respecto. Y el periodista, consagrado en Cádiz en todos los sentidos, tuvo a bien hacerme varias preguntas acerca del equipo guipuzcoano. Y lo primero que le dije es que en él jugaba un futbolista extraordinario, llamado Gárate. Cuya participación en el equipo armero era tan vital como necesidad había por parte de los rivales de anular sus evoluciones.

Al día siguiente, salieron mis declaraciones en el periódico y hasta se anunciaba que Balpiña y un jugador del Cádiz, creo que se llamaba Moreno, aprovechando que estaba lesionado, irían a Eibar para ver jugar al equipo que había conseguido un magnífico resultado en tierras aragonesas. Balpiña y Moreno, por lo que fuere, quizá por pereza de viajar hasta Eibar, se quedaron en Madrid. Y, cuando regresaron a Cádiz y fueron preguntados por Garate y su equipo, dijeron que ambos eran muy flojitos en todos los sentidos. Es decir, que emitieron opiniones falsas.

El Cádiz fue a Guipúzcoa convencido de que Garate y su equipo no valían un pimiento. Y se encontraron con que la Sociedad Deportiva Eibar en el Estadio Municipal de Ipurúa ganó por 2-0 y Gárate fue el mejor de los contendientes. En el partido de vuelta, que tuve la suerte de verlo, Gárate hizo diabluras en Carranza. La eliminatoria quedó empatada y ambos equipos hubieron de recurrir al desempate en el campo del Plus Ultra. En la Ciudad Lineal. Ganaron los gaditanos con ayudas.

Gárate estuvo una temporada en el Indauchu. Y luego hizo la carrera que hizo. Balpiña nunca me perdonó que yo contara lo ocurrido. Y a fe que lo pagué. Así es la vida.
 

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