Es hora de embellecer la vida con
existencias más humanas. Diríamos que es la gran asignatura
pendiente. Pienso que tenemos que buscar la manera de actuar
coherentemente. Sabemos que el odio es un mal terrible y,
por desgracia, lo cultivamos hasta para competir. Los mismos
programas educativos propician el éxito individual en lugar
de la solidaridad. Igual sucede con una cultura arraigada al
malestar y a la incertidumbre. Multitud de posiciones son
absurdas. Por ejemplo, que un mal se bombardee con otro mal.
Todos estos desajustes, dividen y además provocan miedo. Por
innato principio, estamos obligados a hacer el bien; no
hacerlo ya es por sí mismo, un mal muy grande. Es cierto que
vivimos tiempos que generan una gran confusión, en parte
porque la educación impartida mueve la maldad como defensa y
hasta la justifica a veces, en lugar de instruirnos en la
convivencia, en el valor moral y en el juicio recto, para
poder sacar lo mejor de nosotros ante el aluvión de
contratiempos, unas veces inventados por nuestra propia
necedad y otros injertados al camino porque sí.
Todo tiene su punto positivo y también su contrariedad,
depende de lo que el ser humano practique. Aún no hemos
descubierto la vía de la coherencia y del consenso, del
entendimiento y la persuasión. No se trata de hostigarnos
unos a otros sin más, sino de resolver los problemas bajo la
receta del diálogo. Está visto que el mundo tiene necesidad
de maestros de vida, capaces de trasladar otros abecedarios
más próximos con el prójimo, que nos hagan reflexionar sobre
lo esencial y lo accesorio, puesto que todo está como muy
adulterado, lo que genera una gran confusión. En cualquier
caso, responder con el ruido de las armas para frenar los
conflictos, lo que hace es encender la indignación y
aumentar el horror. Como advirtió Cicerón en su época, yo
también preferiría la paz más injusta a la más justa de las
guerras. No tiene justificación una contienda entre
hermanos. Al final todo se destruye y nada se respeta. Lo
único que puede levantarse son las venganzas.
Por consiguiente, tenemos que mantener viva la esperanza de
la paz en el mundo, es nuestro mayor tesoro, y vale la pena
apostar por encontrar una solución a tantos desórdenes.
Cuando se presenta una controversia como la de Siria, con la
escandalosa denuncia de la supuesta utilización de armas
químicas, lo más importante es ir a las causas. No pensemos
en soluciones militares. Son de otro tiempo. A mi manera de
ver, deben buscarse otras vías de diplomacia y mediación.
Naciones Unidas debe estar alerta e implicarse, puesto que
es, en dicha organización internacional, donde deben
apoyarse los países. Indudablemente, debemos evitar males
mayores, puesto que el triunfo de una guerra, aparte de
empobrecer a los vencidos, tampoco enriquece a nadie, ni
siquiera a los vencederos, y es una destrucción más del
propio espíritu humano.
Yo estoy más por la postura de doblegar al enemigo sin tener
que luchar, haciéndole ver que toda reforma impuesta por la
fuerza no lleva a buen puerto a nadie. Desde luego, hemos de
salir de esta hostilidad latente con otro tipo de actitudes
más acordes con nuestra propia conexión universal. No
olvidemos que todos precisamos de todos, y que no hay
necesidad de malvivir bajo el imperio de las batallas.
En cualquier caso, para que triunfe el bien y, así, pueda
embellecerse la vida, será preciso reorientar el orden de
las cosas en un buen uso, proteger y promover los derechos
humanos es condición indispensable, ayudar a restablecer el
estado democrático de derecho también es vital, así como
pensar más en los seres humanos y menos en la economía,
desarmarse y reconducirse hacia otros universos más
auténticos, donde la verdad impere y la justicia no excluya.
Al fin y al cabo, la vida no es para activarla de inútiles
luchas, sino para disfrute social y de cada uno. Estoy
seguro que un clima de buenas vibraciones entre humanos
siempre ayuda mucho más a recrearnos en la belleza y a ser
más felices; no en vano, este esplendor naciente que nace en
los labios del alma, hace florecer todas las bondades y
virtudes.
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