Mohamed Alí irrumpió en la
política con una fuerza arrolladora. Fue en el 2003 cuando
al frente de un grupo de ceutíes, descontentos con la forma
de proceder del Gobierno Popular, se presentó a las
elecciones con la UDCE (Unión Demócrata Ceutí).
La UDCE obtuvo los votos suficientes para convertirse,
contra todo pronóstico, en el primer partido de la
oposición. Y a partir de ese momento, Mohamed Alí fue
cortejado por los populares para que pactara con el gobierno
todo lo que hubiera que pactar. Pero él no aceptaba
componendas.
En aquel tiempo, el primer dirigente de la UDCE era un tipo
extraordinario. Un recién llegado a la política con las
ideas muy claras y, sobre todo, entregado de lleno a
defender a los más desfavorecidos. Daba gusto conversar con
él y dejaba entrever que era alguien destinado a conseguir
logros políticos importantes.
La llegada de Mohamed Alí a la política me pareció un soplo
de aire fresco. Y no tuve el menor inconveniente en
celebrarlo. Hasta el punto de que los hubo que bien pronto
principiaron a decirme que erraba de lo lindo. Que me
equivocaba gravemente al tenerlo en tan buena consideración.
Pero yo seguía opinando más que bien del primer dirigente de
la UDCE. Así que raro era el día en el cual no aparecía en
esta columna flanqueado por mis ditirambos. Lo cual, justo
es decirlo, me costó más de un disgusto con quien en este
medio no comulgaba con mis elogios a Mohamed Alí.
Transcurrido cierto tiempo, no tuve más remedio que
reconocer los muchos desvaríos que iba cometiendo el hombre
que tanta expectación había despertado como político. Tal
vez porque el cargo le vino grande y llegó un momento en el
cual se vio precisado a unirse con la persona más enterada
de los secretos y entresijos de la política local: Juan
Luis Aróstegui.
A partir de ese momento, Mohamed Alí fue perdiendo
credibilidad. Y pasó, de la noche a la mañana, de estar en
la cresta de la ola a convertirse en un segundón de la
política. Mientras su socio, Aróstegui, habituado a perder
en las urnas, aprovechó la última oportunidad de su vida
para conseguir un escaño de concejal. Escaño que le iba a
permitir ser, además, asesor principal de Juan Vivas.
Mediante la complacencia del hombre que había conseguido
hacer de la UCDE un partido fuerte con el único fin de
proteger a los más necesitados.
A Mohamed Alí le he visto hoy, ayer para ustedes, y he
estado conversando con él un rato. Y le he vuelto a recordar
que le sigo teniendo aprecio suficiente como para desearle
lo mejor. Ahora bien, le he recordado que su comportamiento
hacia este medio ha dejado mucho que desear desde que tuvo a
bien aliarse con Aróstegui. Y, claro, él se ha visto
obligado a defender a su compañero.
Luego, tras unos minutos de dimes y diretes, me ha pedido
que seamos más condescendientes con las actuaciones de
Caballas. Y no se ha cortado lo más mínimo en pedirme que
haga todo lo posible para que no se critique tanto a su
partido en este medio. Por el hecho de estar cumpliendo
perfectamente con la labor fiscalizadora que le corresponde.
En lo tocante a Aróstegui, su socio y mucho más, me dijo que
jamás hizo o dijo nada en contra de este periódico. Y no
dudó en culpar al miembro más bajito del Gobierno de todas
nuestras desdichas. Me gustaría creerle.
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