Antes de mencionar algunos
conflictos y problemas, quiero hacer una mirada
retrospectiva a los orígenes de esta insigne organización y
sus propósitos, que no terminan de cumplirse en su
integridad. La Carta de las Naciones Unidas se firmó el 26
de junio de 1945 en San Francisco. Cincuenta y un países
firmaron y avalaron su nacimiento. Actualmente son 193
países, si mis fuentes son correctas, los que componen la
suma de países que pertenecen a esta organización. En su
capítulo 1, tenemos los propósitos y principios. Podemos
destacar los siguientes:
“- Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal
fin tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y
eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de
agresión…”
“- Realizar la cooperación internacional en la solución de
problemas internacionales de carácter económico, social,
cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del
respeto a los derechos humanos y a las libertades
fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de
raza, sexo, idioma o religión.”
La palaba paz ocupa el lugar de honor de la organización.
Sólo se alude al uso de la fuerza si los medios pacíficos no
han sido suficientes, según el artículo 42, del capítulo VII.
Los países miembros pueden expresar sus opiniones, a través
de la Asamblea General, el Consejo de Seguridad, el Consejo
Económico y Social y otros órganos y comisiones. Podemos
citar entre ellos, por ejemplo, la UNICEF. UNIFEM. Fondo de
las Naciones Unidas para la mujer. PNUMA. Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente. ACNUR. Oficina del
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Y así podríamos continuar con una relación numerosa de
órganos dependientes.
En el plano positivo son innumerables las actuaciones que se
han ejercido desde la ONU, para contribuir a la pacificación
y a buscar salidas de paz a situaciones difíciles en el
escenario internacional. Sin ir más lejos, Ceuta no ha sido
ajena a este cometido y más en concreto recientemente las
fuerzas armadas destinadas en nuestra ciudad, donde ha sido
ejemplar su participación como fuerza militar pacificadora
en el Líbano. Enhorabuena a todos sus participantes, por su
ejemplar labor en la actuación realizada. En otro aspecto
podríamos hacer mención a las recomendaciones de ACNUR a
nuestra ciudad sobre las condiciones de los inmigrantes.
Son también dignas de resaltar la contribución de Naciones
Unidas en los campos de refugiados, la adopción de medidas
sanitarias y su decisiva intervención para combatir el
hambre en países y zonas acuciadas por las deficientes
condiciones de alimentación, en países y continentes que han
sufrido tragedias por la lacra de la guerra o por las
condiciones económicas y climatológicas.
A pesar de lo anterior no podemos estar suficientemente
satisfechos por los resultados y eficacia de las actuaciones
de la ONU. Todos los países somos corresponsables de este
hecho, pues casi diariamente tenemos que padecer la
vergüenza de leer, escuchar o ver como miles de personas
siguen siendo víctimas inocentes, pagando con su vida las
consecuencias de las guerras y la falta de medios y
recursos, mientras un reducido número de países y de
privilegiados ciudadanos viven en la opulencia. También es
una evidencia la existencia de países con regímenes no
democráticos dirigidos por sátrapas y las democracias
imperfectas que producen consecuencias negativas en sus
ciudadanos. Tampoco podemos dejar de obviar la venta de
armas por motivos económicos, que inexplicablemente realizan
países con todos los requisitos democráticos y que favorecen
el belicismo.
En el caso de los acontecimientos bélicos es un insulto a la
dignidad internacional, que un grupo de países con el
derecho a veto, tengan el poder omnímodo de decidir si van a
continuar o no muriendo cada día más inocentes. ¿Hasta
cuándo esta hipocresía internacional? Sabemos que mientras
no haya unanimidad en el Consejo de Seguridad, la solución
no llegará. Si Estados Unidos piensa de una manera, China y
Rusia adoptan la postura contraria. Con estas divisiones y
la falta de unidad, los que sufren las consecuencias ya
sabemos quiénes son. ¡Esto debe terminar! Todas las
instituciones internacionales, por lo menos las cercanas a
nosotros no deben de escatimar esfuerzos para que en todos
los foros, conferencias, contactos y reuniones múltiples y
bilaterales se ponga fin a esta estrategia macabra.
Necesitamos una ONU más integradora, más fuerte y con más
capacidad de acción para enfrentarse a los ingentes
problemas internacionales, muchos de ellos todavía con pocas
posibilidades de ser abordados con eficacia. De ello no son
responsables los miles de funcionarios, las fuerzas y
cuerpos de seguridad que se arriesgan y colaboran
ejemplarmente; pero las grandes potencias y el resto de los
órganos internacionales tienen que arriesgar más, ser menos
impasibles ante lo que sucede. Con lo que está ocurriendo en
Oriente Medio, por ejemplo, las miles de oficinas de la ONU
tendrían que permanecer en estado de vigilia permanente y no
digamos si nos adentramos en los problemas de la
alimentación, la sanidad y la educación, que mencionamos
anteriormente. Finalmente no dejaré de insistir en la
necesidad de que las Naciones Unidas sigan potenciando y
favoreciendo la propuesta de la Alianza de Civilizaciones,
planteada por el anterior Presidente del Gobierno socialista
español.
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