El sábado quise poner a prueba mi
paciencia. Así que me senté ante el televisor para ver dos
partidos de fútbol seguidos. Tan seguidos como que el
descanso entre uno y otro apenas duró tres minutos. Ni que
decir tiene que lo hice para convencerme de que mi capacidad
de aguante es todavía suficiente como para afrontar otro
reto mucho más difícil: asistir a los plenos municipales sin
perder la compostura por mor de quedarme dormido más pronto
que tarde.
El primer partido lo jugaron Español y Valencia. Y a fe que
mantuve el tipo. En realidad, todo hay que decirlo, hube de
echar mano de la voluntad para no doblegarme ante las
cabezadas que suelen asediarme pasadas las diez de la noche.
Cierto que también el entusiasmo exhibido por los
‘periquitos’ me ayudó mucho a mantener los ojos abiertos.
En un abrir y cerrar de ojos, precisamente, principiaron a
llegarme las imágenes del Villarreal-Valladolid. Y lo
primero que hice es pellizcarme las mejillas y ponerme por
delante agua enlatada, a fin de tratar de combatir la soñera
que, indudablemente, esperaba yo con la certeza de quien ha
pasado ya por semejante trance.
Debo confesar, pues así fue, que a las doce de la noche yo
estaba soñando con que se había acabado agosto y nuestro
alcalde había comenzado ya a obrar de forma y manera que uno
pudiera tener tema suficiente para darle vida a una columna
que me obliga en verano a hacer malabares para poderla
hilvanar.
Dejo a nuestro alcalde, que bastante tiene con lo que tiene
y con lo que le puede venir como añadido por los muchos años
que lleva partiendo el bacalao en la ciudad, y caigo en la
cuenta de que hay que estar hecho de una pasta especial para
poder ver 15 o 20 partidos de fútbol al día. Que son los que
nos dicen que suelen ver dos expertos españoles en fútbol
internacional: Julio Maldonado “Maldini” y Marcos
López. Ambos, además, comentaristas de distintos medios
y que hablan de fútbol como si lo hubieran inventado.
Los dos, es decir, Maldini y Marcos, chamullan del asunto
con tal suficiencia que uno no entiende los motivos por los
que no se han consagrado ya en banquillos de equipos de
relumbrón. Maldini, la verdad sea dicha, me cae mejor que
Marcos. Tal vez porque deja entrever una especie de timidez
que sólo se escaquea cuando tiene como compañeros de
retransmisión a Manu Carreño y Kiko Narváez.
El primero no se ha percatado aún de que la gracia es un don
del cual él carece. Y si, además, narra casi siempre
aferrado al fanatismo que le hace mentir para beneficiar a
sus jugadores protegidos, propicia que muchos seamos ya los
que daríamos todo lo que no poseemos con tal de que no nos
amargue la vida cuando lo que buscamos es un rato de ocio
futbolístico.
Del segundo, bien haría en expresarse como andaluz que es,
de Jerez, dejando a un lado el deseo de mostrar una dicción
castellana que no domeña. Y es que ya va siendo hora de que
los andaluces no se avergüencen de su pronunciación. De lo
que sí hay que hacerlo es de hablar con faltas de
ortografías. Mas lo dicho es una cuestión que viene de muy
atrás y a la cual no se le pone remedio nunca.
A lo que iba: si yo no consigo ver dos partidos seguidos de
fútbol, cómo es posible que Maldini y Marcos López sean
capaces de ver treinta cada día. No me extraña que ambas
criaturas tengan los sentidos embotados. Y, quizá, todo lo
que les cuelga.
|