Confieso, que nunca me atrajeron
los juegos de azar. Pero disfruto, cuando mi compadre ‘El
Tío Pericón’ de la Cañada de ‘Los Tomates’ de Algeciras. En
la última jugada para cerrar la partida de dominó. Dice con
maestría antes de que los otros jugadores pongan fichas:
éste pasa, mi compañero pone el cinco cuatro, el otro el
tres uno, y yo el pito blanca y domino.
Esa última mano terminó como dijo y las de las otras
partidas posteriores también. Pero no por casualidad, debido
a lo mucho aprendido en tantas partidas echadas. Aunque, sus
rivales también tienen sus rodajes. Y por llevar llevan
todas las fichas jugadas y por jugar memorizadas. Sabiendo,
en todo momento, además, el que le va hacer pasar o el que
le abrirá la vereda.
El dominó es un juego de mesa que se juega con fichas
blancas por la cara y negras por detrás. Y, ante tales
circunstancias las medias tintas, los sucedáneos y
desteñidos no valen. Porque si te pegan un cerrojazo, te
apuntas todos los tantos que te hayan cogido ‘con las manos
en la masa’.
Consecuentemente, hay personajes de la política, que no
saben o no quieren jugar al dominó. Pudiéndose ser
presuntamente uno de esos, el actual presidente del Gobierno
español Mariano Rajoy. Porque la transparencia y la claridad
en el juego político no es lo suyo. Aunque, por el
contrario, jugando al mus debe ser un artista de mucho
cuidado. Como lo fui en una época, en las partidas que
echaba en las paradas y fonda que hacía en mis peregrinajes
culturales, por localidades del centro y norte de España.
Pero como jugaba para pasar el rato y con el único objetivo
de empaparme de las enciclopedias vivientes a mí alrededor.
Siempre me quedaba a la grande, al ser con las que hay que
fajarse, echándoles órdagos por derecho a los contrincantes
poderosos.
Y de eso se trata en esta tribuna, de echarle un órdago a
Rajoy. Pero nunca a la pequeña, como hace él
sistemáticamente contra el pueblo honrado, contribuyente y
trabajador. Por ello, Rajoy va siempre a por la chica
(pueblo). Y para salir airoso, emplea toda clase de
artimañas y argucias para distraer y enredar al más corto.
Demostrando ser un lobo feroz de mus disfrazado de
corderito.
Porque transcurra como transcurra sus partidas, siempre
tiene las de ganar, al jugar presuntamente con las cartas
marcadas. Poseyendo, además, otras muchas más ventajas.
Siendo una de ellas, el imponer jugar siempre con la misma
baraja, heredada de sus antepasados políticos. Imaginándome,
el estado mugroso en el que se encontrarán el yugo y las
flechas de esas cartas, después de tantos años pasando de
mano en mano sin ser desinfectadas.
También vengo observando, desde que Rajoy es presidente del
Gobierno español, que no es jugador de mus de cuatro reyes,
sino del doble alterando el orden natural del juego, al
convertir en reyes a otras cuatro cartas de la baraja. Y a
pesar de que “el algodón nunca falla”, no se le ocurre
pasárselo a los reyes de su baraja… Porque le afeitarían la
barba si lo intenta, dejándolo sin el botafumeiro de la
ceniza de los puros habanos, que se hinca entre pecho y
espalda, por las comisuras de sus carnosos labios políticos.
Por ello, a Mariano Rajoy, lo considero un jugador de mus
con una política de juego inadecuada. Por lo que, cualquiera
no puede echar la partida con él, porque han de ser de su
misma condición y camarilla cara al sol con sus camisas
añejas. Porque perder no quiere nunca a tenor del
absolutismo que posee, a pesar de que muchos de sus
contrincantes son mejores jugadores que él. Recurriendo,
Rajoy, para salir airoso, hasta intercambiarse las cartas
con algunos de su caterva de juego. Permitiéndoselo todos
porque nadie de su escuela política de mus, hasta hoy, se
atrevió abiertamente a bajarle los humos a pesar de sus
humaredas.
Por ello, le aconsejo a Rajoy, que no prosiga echándole
órdagos al pueblo. Porque al no pasar por sus mejores
momentos, por las presuntas partidas de mus jugada con
Bárcenas y con otros muchos barones del PP... Como “a perro
flaco todo son pulgas”. En las pocas partidas que le quedan
por jugar, es probable que se le crucen en el camino más de
un jugador de parecida o distinta catadura, y le arrebaten
su poderío, de igual forma que hizo él, para conseguir la
supremacía a través de sus presuntas timbas políticas.
Cuando eso suceda, no tendrán compasión con él. Y quedará
marcado como uno de los jugadores de mus más mentiroso y
falso de la política española de este ciclo democrático y
anteriores fascistas. Porque con sus señas, aspavientos,
guiños y hasta con presuntos pisotones por debajo de la
mesa. En dos años, él y su partido el PP, han acabado
jugando políticamente al mus, con el poco bienestar social
que disfrutaba el pueblo (la chica).
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