Le preguntan a una mujer en la
calle, para un programa deportivo de una televisión
nacional, sobre qué le parece que Iker Casillas
quiera irse del Madrid, por haber sido suplente frente al
Betis, el pasado domingo, y la señora responde:
-Sería un contradiós que un chaval tan guapo se tuviera que
ir a otro equipo. Es, además, tan carismático…
La respuesta de la señora inquirida no tiene desperdicios. Y
pone de relieve, una vez más, que es más fácil ser guapo que
feo. Tan fácil como para que Alfredo Relaño, director
del Diario As, hable a cada paso de las orejas operadas de
Diego López, como si ello limitara sus cualidades
futbolísticas.
Cierto es que AR, reconocido esteta, podría, en cualquier
momento, aplicarle a Diego López la misma medicina que le
aplicó a Costinha, internacional portugués, cuando éste
jugaba en el Atlético de Madrid: además de mal jugador es
más feo que Picio. Así que puerta… Dijo don Alfredo.
No cabe la menor duda de que muchos periodistas llevan en la
cartera la fotografía del chico nacido en Móstoles y que en
privado no se cortan lo más mínimo en gritar que por él
matan. Más o menos con el mismo desgarro con que Belén
Esteban se refería a la defensa que haría de Andreíta,
llegado el caso.
El director del Diario As, que trata por todos los medios de
acollonar a Florentino Pérez y que se atribuye haber
sido el principal hacedor de la marcha de José Mourinho,
ha continuado su cruzada contra la institución blanca, en
cuanto Ancelotti no ha seguido su consejo: el portero
titular del Madrid debe ser el carismático Casillas. Y lo ha
de ser en todos los partidos.
Lo peor de los carismáticos, ya sean políticos, artistas, o
futbolistas –de malísimo tienen mucho- “es la naturalidad
con la que se atribuyen todo lo bueno sin mezcla de mal
alguno (como el cielo) y se sacuden todo lo malo sobre la
banda por ellos elegida”. Indiferentes a sus defectos y a
los estropicios que suscitan, siguen sonriendo, como si no
ocurriese nada, cada vez con una sonrisa de talco y dentera.
Iker Casillas ha venido enmascarando su verdadera forma de
ser. Mientras que todo le iba viento en popa y le llovían
los ditirambos y le otorgaban premios y la prensa lo
aclamaba tanto como para festejarle todas sus intervenciones
e ignorar sus fallos, parecía ser ese muchacho que toda
madre desea tener como yerno. Atento, cortés, amable,
cariñoso, respetuoso, educado, etcétera. Un encanto de
hombre.
Generoso con los más necesitados, daba gloria ver a Casillas
acudiendo en vacaciones a sitios adecuados donde los niños
lo rodeaban como ese héroe que sacrifica gran parte de su
tiempo ocioso para compartirlo con los desamparados. Ante
semejante actitud, ante tanta bonhomía, se pedía a gritos
que se le concediera un Balón de Oro. Pero, por lo visto, el
poder de Relaño y compañía de los madriles no llega a tanto.
Uno, sin embargo, venía avisando desde hacía muchos años,
que, además de ser un portero sobrevalorado, con defectos
técnicos enormes, era un muchacho repleto de falsa modestia
y de engañosa bonhomía. Y, claro, me ponían verde. El tiempo
me está dando la razón: Iker Casillas, al caérsele el
carisma al suelo, por sus malas acciones, está provocando
reacciones desfavorables y exaltadas. Mientras Diego López
resiste con asombroso estoicismo los envites de un niñato
que tiene ya el carisma podrido.
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