Estamos totalmente convencidos, dada la alta experiencia que
tenemos los seis amigos en la observación de fauna marina,
de que los inmigrantes fueron embarcados en esa balsa de
juguete por uno de los dos pesqueros marroquíes con cabina
que había en la zona pescando atún rojo”. Así de contundente
se muestra el naturalista y marinero profesional Gorka Ocio,
uno de los ocupantes del velero ‘Aroha Rahi’, que el pasado
día 7 partió de Barbate, en Cádiz, con seis expertos en
fauna marina más el patrón, y la intención de avistar orcas
en el Estrecho. Lo que iba a ser una tranquila e “idílica”
jornada, como la describe otra de las personas a bordo,
Nuria Liz, se convirtió en una experiencia que ninguno de
ellos olvidará: asistieron en primera persona al drama de la
inmigración clandestina y salvaron seis vidas.
Pero además de lo impactante que resulta comprobar cuán
frágiles son los destinos y las vidas de las personas que se
arriesgan a lanzarse a estas peligrosas aguas con la
esperanza de llegar a España, estos navegantes han sido
testigos de uno de los posibles métodos que emplean las
redes de inmigración clandestina. La conclusión a la que han
llegado daría explicación al hecho de que algunos
subsaharianos aparezcan tan lejos de las cosas marroquíes y
en buenas condiciones físicas a bordo de estas frágiles
embarcaciones.
“Pensamos que fue un pesquero marroquí el que les dejó allí
en medio porque estuvimos tres horas por la zona seis
‘máquinas’ en esto de buscar cetáceos y aves marinas con los
prismáticos y de repente aparecieron allí. Y gracias a que
volvimos... pero lo tenían muy mal”, relata Ocio a EL
PUEBLO.
Este experto en observación de aves y animales marinos
considera -como asegura que concluyeron todos los testigos
del suceso-, que los marroquíes salieron a pescar desde su
país, “antes de poner proa de vuelta al puerto, dejaron a
los inmigrantes ahí en medio”. “Luego las corrientes y el
viento los hace desaparecer, a no ser que alguien con
sentido común y corazón se cruce en su camino y llame a
Salvamento Marítimo. Los nuestros iban rumbo a Marruecos...
había viento de poniente, del Atlántico. Estos días hay
Levante en el Estrecho y los pobres infelices desaparecen en
el Atlántico. A saber cuántos morirán así”, afirma todavía
conmocionado. En algunos casos, como explican desde
Salvamento Marítimo, son los propios inmigrantes quienes,
provistos de móviles, dan aviso a las emergencias españolas,
pero en este caso, no fue así.
El yate ‘Aroha Rahi’ llevaba más de tres horas en la misma
zona, a unos 6,6 kilómetros de distancia de Tarifa pero en
aguas aún marroquíes, como comprobaron en ese momento. “Los
dejaron ahí 10 minutos antes que les viéramos”, explica
Ocio. “Llevábamos tres horas y media en el mismo sitio, algo
comprobado por el GPS del barco, y no vimos nada naranja
chillón que viniera de tierra. Es más, los africanos eran
incapaces de avanzar cuatro metros para recoger una botella
de agua que se había caído a la mar, y no tenían hipotermia
a pesar de que entraba agua a manta en el bote, que hacía
una uve por el peso de los seis. En el Estrecho el agua está
fría, muy fría”, insiste. Iban seis en una embarcación para
tres personas, “dos en el medio y cuatro sentados cada uno
en una esquina; tenían que achicar agua continuamente y sólo
se les había mojado la mitad inferior de los pantalones”,
recuerda. “Con el viento que hacía y la mala mar, con esas
corrientes, si hubieran venido de más lejos tendrían que
estar mojados y no lo estaban”, concluye.
En un primer momento, Ocio -que fue quien avistó la patera a
simple vista-, pensó que se trataba de una boya. Al mirar
con los prismáticos la sorpresa fue mayúscula. El velero
puso proa a los náufragos y ellos comenzaron a hacerles
señales con los chalecos salvavidas. Al ver que el ‘Aroha
Rahi’ pasaba de largo, pues sólo trataba de mantenerse cerca
para avisar a Salvamento Marítimo, unos pescadores
marroquíes se acercaron a la patera “y les decían que
remaran (con los precarios remos de madera que suelen
llevar), pero pasaron olímpicamente de ellos”. “Los
pescadores marroquíes se limitaban a mirarles indiferentes,
de hecho, estaban poniendo todas las embarcaciones rumbo a
sus puertos para vender las capturas y poco a poco los
inmigrantes se quedaban solos”, narra Ocio, para apuntar
indignado que considera “una vergüenza que actúen con tanta
impunidad”.
Entre tanto, la situación se complicaba por momentos: “El
viento y las olas iban en aumento y el agua les entraba sin
cesar...; el frío es un mal consejero en la mar. Remaban
pero no avanzaban, estaban a merced del viento, en un lugar
dominado por cientos de barcos que cruzan continuamente
entre los dos mundos. Y lo peor... la noche se echaba
encima”, cuenta el naturalista también en su página de
facebook ‘verballenas.com’.
Desde el Centro de Coordinación de Tarifa, y tal como señala
el protocolo, preguntaron a los ocupantes del verlo si había
menores en la balsa, “o si la embarcación hacía agua o
estaba pinchada”. Además, Salvamento les dió indicaciones
para que proporcionaran agua a los subsaharianos y les
custodiaran hasta la llegada de la Salvamar. No cumplir el
protocolo e intentar un rescate por parte de personas
inexpertas, salvo riesgo inminente para la vida de las
personas, puede representar un peligro mayor para los
propios náufragos, recuerda este marinero. Mientras llegaba
el auxilio, uno de los ocupantes del ‘Aroha Rahi’ se
comunicó con los inmigrantes en francés y trató de
tranquilizarles.
“Cuando ya a salvo se echaban las manos al corazón y las
alzaban al viento en franco agradecimiento... en ese momento
a todos nosotros... Pepe el patrón del ‘Aroha Rahi’, David
Álvarez, Jorge Chachero, Nuria Liz, Jesús Menéndez, Jose
Antonio López Constante y a mi, se nos partió el corazón.
Habíamos salvado seis vidas”.
Horas después, ya en tierra, los rescatadores se acercaron a
la base de Cruz Roja en Tarifa, donde les confirmaron que
los seis hombres se encontraban en perfecto estado. Nuria
Liz señala a su vez en su propio relato que esta ha sido
“una de las experiencias más duras que hemos vivido todos
los que íbamos en el barco. Desde que avistamos a los chicos
y nos quedamos a su lado esperando a que Salvamento viniese
a recogerlos, sus caras de miedo y luego de agradecimiento
una vez a salvo..., son imágenes que nunca podré olvidar”.
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