LUNES 12.
Me siento a una mesa donde la conversación transcurre sobre
los políticos en general. Los políticos siguen siendo el
centro de la ira casi generalizada. Tan mal considerados
están que a mí se me ocurre recordar una cita de Julio
Caro Baroja: “Si hoy existiera la pena de la hoguera,
los políticos serían los más sujetos a ellas”. Y nadie dice
nada en contra de tan bárbara frase. Ahora bien, en cuanto
sale a relucir nuestro alcalde, los contertulios, tras
ligeros titubeos, terminan aferrándose a la excusa con la
que tratan de aliviar en gran medida la parte de culpa que
les corresponda por ser votantes convencidos de Juan
Vivas. El comentario es el siguiente: “Vivas no es el
mejor, pero no hay otro que pueda competir con él…”. Para
meter cizaña, a mí se me ocurre mencionar a Juan Luis
Aróstegui. Y los cuatro comensales saltan como un
resorte con los ánimos encendidos y los tenedores esgrimidos
a modo de daga contra mí. Eso sí, los instintos que
descubren duran nada y menos. Algo es algo. Pero confieso
que estuvieron a punto de tomarse la justicia por su mano
por haberme atrevido yo a nombrar la soga en casa del
ahorcado. A partir de ahí, reconozco que me faltó valor para
dejar caer el nombre de José Antonio Carracao. Y,
desde luego, si me hubiera dado por hacerle el artículo a
Mohamed Alí, ninguna falta hace que diga que se hubiera
liado la de Dios es Cristo. ¡Viva Vivas, pues! Y a vivir que
son días… Ya he empezado a ganarme la amistad de ciertas
mujeres.
Martes. 13
Hablando de mujeres, he dejado que pasen algunos días antes
de referirme a Mabel Deu: de quien precisamente
siempre tuve y sigo teniendo un buen concepto. Con MD
coincidí en el entierro de Carlos Chocrón. Así que
pudimos charlar durante unos minutos siendo testigo el
Delegado del Gobierno, Francisco Antonio González.
Fueron pocos minutos de conversación pero los justos para
entender perfectamente su mensaje. Y es que a veces no hace
falta decir muchas cosas cuando lo que procede es acertar en
lo que se quiere transmitir a quien uno se dirige. Por
consiguiente, no tengo el menor inconveniente en airear que
la consejera de Educación, Cultura y Mujer fue capaz de
diagnosticar una pésima situación de modo tan conciso como
apropiado. Sin tener que entrar en dimes y diretes que a
nada le hubieran conducido. Insisto: habló MD lo justo y lo
justo resultó ser el buen análisis de un desencuentro
innecesario, examinado por ella con sentido común e
inteligencia. Lo cual no es moco de pavo. En los tiempos que
corren.
Miércoles. 14
María Dolores de Cospedal ha comparecido ante el juez
Ruz, como testigo, en el ‘caso Bárcenas’. Ayer
lo hicieron Francisco Álvarez Cascos y Javier
Arenas. Expectación a raudales. Tanto o más que la que
podría generar un paseíllo de José Tomás en las
Ventas del Espíritu Santo, en la próxima Feria de San
Isidro. Y, una vez más, como suele suceder ante cualquier
espectáculo grande, el asunto se fue al agua. Porque quienes
fueron secretarios generales de los populares se hicieron
los suecos antes las preguntas de los inquisidores. Tanto
Arenas como Álvarez Cascos demostraron que tener memoria no
va con ellos. Que ellos pertenecen a los que están
convencidos de que la memoria es la inteligencia de los
tontos. Y a fe que dieron pruebas evidentes de que ambos
pueden tener algunos kilos de más pero que ni siquiera se
acuerdan del día en el cual nacieron. Así que perdería el
tiempo cualquiera que tratara de decirles a Cascos y Arenas
que olvidar lo malo también es tener memoria. A Bárcenas,
ante sus desmemoriados compañeros, sólo le queda seguir
contando verdades sobre ellos. A María Dolores de Cospedal,
en cambio, la memoria le funcionó lo justo: es decir, el
tiempo necesario para largarle al juez que ella no tuvo ni
arte ni parte en los pagos ‘diferidos’ a Bárcenas. Que
semejante chanchullo fue obra de Mariano Rajoy y de
Arenas. A partir de ahí, que tampoco son pelos de gorrino,
se dio cuenta de que la vida le sería imposible recordando
acerca de sobres y de contabilidades extrañas. E hizo de
Belinda mejor que en su día lo hiciera Jane Wyman.
Jueves. 15
Sofocante verano. Transito más de una hora por una ciudad
desierta. Por la noche, la gente se atreve a tomar el fresco
en la calle, al menos en mi barrio. Me tropiezo con un
conocido y allá que nos enfrascamos en hablar del mes tan
caluroso que estamos teniendo. Y lo hacemos como si fuera la
primera vez que ello ocurre. Y a mí, a pesar de los gestos
de impaciencia que muestra mi perro por pararme a charlar,
me da por recordarle a mi interlocutor que muy pronto nos
volveremos a quejar de frío. Es lo que Josep Pla
llamaba un juego alterno de puerilidades y que hace siglos y
siglos que dura. Para terminar exclamando: ¡Qué insoportable
monotonía! Dejo de hablar del socorrido clima estival y,
cuando apenas había recorrido unos metros, me topo con
alguien que me pregunta si me ha gustado la pretemporada que
ha hecho el Madrid. Y le respondo que le he visto jugar nada
más que un partido. De modo que carezco de argumentos
suficientes para emitir un parecer adecuado, le digo. Y el
hombre, con ganas de parrafear acerca del Madrid y sobre
todo de José Mourinho, me dijo que estaba seguro de
que Ancelotti iba superar con creces la labor del
cretino portugués. Lo tuve que aguantar como se aguanta una
dolencia en un descampado. ¡Qué otra cosa podía hacer!
Viernes. 16
Representantes del gobierno local y los miembros de la
oposición acordaron, fechas atrás, formar una comisión para
investigar todo cuanto concierne al contrato de Urbaser con
la alcaldía, debido al escándalo de los pagos indebidos por
camiones ya amortizados. Y lo hicieron invitando a que
comparecieran técnicos y políticos que no estén de
vacaciones. Lo cual no deja de ser cachondeable. Así, a la
primera reunión acudieron tres y un loro. Lo cual es lo de
menos. Porque, aunque hubieran asistido la tira de ellos, la
comisión habría seguido siendo puro paripé para darle
sepultura a un caso que lleva ya mucho tiempo oliendo a
chamusquina. Cualquier comisión de investigación relacionada
con la posibilidad de que haya habido trinque y mangancia en
cualquier actividad pública, en este caso el contrato de la
basura, es tenida como simulación o engaño para darle
carpetazo a la cuestión indagada. En este caso, además, para
sonrojo de los ciudadanos, los de la comisión se atreven a
decirnos que, a lo mejor, hasta se presenta Jesús Simarro
y algunos responsables de Urbaser. Quizá, por qué no, para
sumarse a la búsqueda del contrato original de la Ciudad con
la empresa de la basura. Sería todo un detalle…
Sábado. 17
Estuve viendo el partido Nadal-Federer en el Master
1000 de Cincinatti. Así que me pasé dos horas largas ante el
televisor. Y entre una cosa y otra, eran ya las cuatro de la
mañana cuando me pude meter en la piltra. Eso sí, el
sacrificio mereció la pena: pues Nadal volvió a demostrar
que siempre está en plena evolución. Y que, amén de su tan
cacareada voluntad y su espíritu de sacrificio –no olvidemos
la lesión que ha superado-, su técnica parece no tener fin.
Ya que así lo avala su conocimiento del oficio. Conocimiento
del oficio que el día anterior le había ayudado a eliminar
también al búlgaro Grigor Dimitrov. Otro partido que
me exigió pasarme gran parte de la noche en vela. Cuando lo
cuento entre conocidos, ninguno se explica que yo tenga
declarado que suelo dormirme durante muchos partidos de
fútbol que comienzan a las diez de la noche y, sin embargo,
sea capaz de permanecer con los ojos abiertos cuando se
trata de ver jugar al tenista mallorquín. Por algo será,
digo yo. Menos mal que el enfrentamiento con Berdych,
hoy, en horario de tarde, no me impedirá irme a sobar como
mandan los cánones de la higiene saludable.
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