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OPINIÓN - DOMINGO, 18 DE AGOSTO DE 2013

 

OPINIÓN / DESDE LA OTRA ORILLA

Despertar bajo los sones del Bolero de Ravel
 


José Salguero Duarte
opinion@elpueblodeceuta.com

 

El sol salió en un nuevo día, afortunadamente, para mí. Pudiendo apreciar, a través de las rendijas del ventanal de mi morada, a sus rayos irradiar; después de que el despertador comenzara a sonar con sones del Bolero de Ravel. Calándome, de inmediato, el repiqueteo de la caja y de la trompeta con la sordina acoplada. Cuando tronaban notas punteadas y majestuosos solos junto a los demás instrumentos de metal, cuerda y caña...

Tras el rescoldo que prendió el despertar de esos sueños, con ciertas sorpresas incluidas en el transcurrir de la noche pasada. El sonido crecía al avanzar la pieza, avisándome para que brotara de la somnolencia, para poderme enfrentar, de frente y por derecho, a los músicos sin compás de la urbe donde habito.

El cuerpo se me estremeció con el estruendo final de la primera parte del bolero. Sintiéndome alterado con los ruidos de sables, del trotar de los jinetes del Apocalipsis, por las calles adoquinadas. Teniéndome que recubrir con las sábanas, para protegerme de los compases bélicos finales.

En esos momentos, se me despertaron súbitamente los sentidos. Y me dispuse a abandonar el lecho de ángeles donde yacía placenteramente. Pero al proseguir la música, respiré profundamente, al aparecer unos acordes en forma de revueltos de algas aterciopeladas de las profundidades del Estrecho.

El piano, era el engranaje principal de la segunda parte de ese fragmento último. Los demás instrumentos aparecían delicadamente en un ir y venir por olas en calma de la bahía natal de La Línea, Algeciras y comarca. Emergiendo miel de nuevo en mis labios, gracias al mágico ambiente imaginario que se creó.

La habitación desprendía perfumen con sal de rosas marinas, procedente de las playas y salinas de ‘La Pepa’ de San Fernando. Pero debido a que el volumen del aparato emisor era muy sigiloso. Puse a funcionar la acústica para distinguir los sonidos que emitía. Llegando a sentir, por fin, unas delicadas manos femeninas, acariciar las teclas blancas y negras del piano de cola.

Imaginariamente me encontraba en un selecto ambiente en la gran pista del baile universal. Me acompañaba una bella dama, vestida y adornada con la elegancia de una mujer madura. Y cuando uno de los camareros, que permanecía en los puntos estratégicos de la sala, se percató de nuestra presencia, nos sirvió un coctel de jugo de carolas y nácar. Comenzamos a saborearlo hasta embriagarnos sorbo a sorbo. Brotándonos radiantes complicidades cuando nos deslizábamos por la evocación corporal, sin que tropezaran nuestros calzados en cada paso.

Ella, majestuosa y delicada, cubría sus manos con guantes de fina seda de la India. Las besé haciendo una respetuosa inclinación en señal de agradecimiento, por lo bien que me estaba guiando con las riendas de su métrica y rítmica. No sintiéndome perdido en momento alguno, en la travesía que me hizo recorrer, por las curvas de los cuencos de sus discretos suspiros.

Inmediatamente después, al iniciarse el acto tercero del bolero. La suave armonía de la savia que me cortejaba, hizo que soñara que nos encontráramos paseando por la orillas de la playa de Los Lances de Tarifa. Revoloteando a nuestro alrededor una banda de pajarillos, cuando caminábamos cerca de las dunas.

Energías muy positivas percibía en esos momentos, acurrucado dentro de la mar de mis blancas sábanas. Cuando mansas y cálidas olas acariciaban mis estímulos, al escuchar palpitar el alma de esos imaginarios sueños. Resistiéndome a abandonar el remanso de paz interior donde me encontraba. Porque tenía los instintos básicos pendientes, para poder captar el significado, que el maestro Maurice Ravel quiso plasmar en su obra.

En ese discurrir, debido al embeleso que disfrutaba, a punto estuve de quedarme de nuevo dormido. Pero, de forma bulliciosa, apareció el cuarto acto, indicándole a mis pensares, que llegó el momento, para incorporarme e intentar ser una de las herramientas para luchar por la sociedad arrasada donde resido, de esta Andalucía y España de monarquía parlamentaria con sus titiriteros.

Siendo esos últimos segundos musicales cruciales. Al navegar bajo el sonido de fondo de una patera a la deriva. Teniendo que achicar agua sin descanso alguno con la tinta roja de mi estilográfica. Desapareciendo bruscamente, toda la magia que había gozado, antes de poner los pies en las heladas baldosas de la alcoba. Porque un golpe seco ejecutorio, del instrumento de percusión más represivo existente en la gran orquesta sinfónica del poder político, el capitalismo e inquisición, puso punto y final a mis deleites musicales. Exclamando, ¡qué me deparará este nuevo día!
 

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