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OPINIÓN - DOMINGO, 11 DE AGOSTO DE 2013

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES 5.

Ante un nuevo conflicto con Gibraltar, que han sido no pocos, conviene recordar que El alto mando militar estuvo planeando recuperar el Peñón. Por lo cual le fueron encomendadas a tres tenientes adscritos al Tercero Ligero de Artillería, la instalación de depósitos de municiones de calibre mediando y grueso (del 7,5 al 30) en cuatro cortijos del Campo de Gibraltar. Lo reflejan documentos de Alto secreto, donde aparecen los nombres de los cortijos: Las Mesas, La Peñuela, Jédula y Jedulilla. Corría 1940 y la guerra estaba resultando un paseo militar para los ejércitos del Eje. Derrotada Francia, Inglaterra parecía estar a punto de claudicar. Así que los militares españoles estaban convencidos de que había llegado el momento de asaltar Gibraltar, aprovechando que los ingleses andaban con la mente puesta en otra parte. Así, el 26 de junio, 80 soldados de infantería y sus respectivos equipos salieron de Sevilla en 30 camiones Chevrolet para ocupar y acondicionar los cortijos donde se almacenaban toneladas de municiones. La suerte de Gibraltar parecía decidida. Sin embargo, pasaban los días y, contra todo pronóstico, la Luftwaffe no terminaba de barrer de los cielos a los cazas ingleses. El Führer se vio obligado a especiar sus ataques aéreos tras sufrir graves pérdidas. Dado que la fruta no parecía madura, el asalto español a La Roca se aplazó sine día. Los polvorines secretos del Campo de Gibraltar se desmantelaron en los meses siguientes. Ah, los alemanes se ofrecieron también a recuperar la Roca con tres de sus divisiones. Pero el orgullo español lo impidió: ya que si alguien tenía que recuperar Gibraltar éramos nosotros.

Martes. 6

Cuando todavía resuenan las palabras del presidente del Gobierno de la nación, Mariano Rajoy, correspondientes a las explicaciones sobre el ‘caso Bárcenas’ en el Congreso, nos dicen que el marido de María Dolores de Cospedal, Ignacio López del Hierro, reza como presunto cobrador de sueldos, en una entidad bancaria, porque sí. El marido de la señora De Cospedal, al parecer, recibía 7.000 euros mensuales por la cara. Por la cara de ser el marido de quien es. Lo que no deja de ser, si es verdad, un capítulo más de la corrupción política. La que no cesa. Así que raro es el día en el cual no quedamos enterados de que cada vez son más los políticos que trincan a manos llenas. Los hay, muchos, muchísimos, a qué engañarnos, que se lo han llevado calentito y que se lo vienen llevando por la jeta. Ante el beneplácito de quienes están obligados a cortar de raíz un hecho que es tan grave como el terrorismo o la autoridad de un dictador.

Miércoles. 7

Divago distraído por las inmediaciones de la plaza de los Reyes, cuando la mañana está a punto de convertirse en tarde. Y me tropiezo con un conocido a quien no veía desde hace ya la tira de tiempo. Se suceden los saludos de rigor y las preguntas tópicas. Y acabamos por ceder a la tentación de refrescarnos el gaznate con una cerveza sentado a la mesa de una terraza cercana. Mi conocido se distinguió siempre por su optimismo. Por una tendencia a ver las cosas en su aspecto más favorable. Pues bien, de aquel hombre animoso no queda nada. Pero nada. Ha perdido la fe en todo. No tiene el menor reparo en decirme que España camina por la ladera de la decadencia más absoluta. Y que hay políticos que están aprovechando la mala baba que causa la crisis económica para dividir nuevamente a los españoles. Lo miro fijamente y adopto el lenguaje corporal adecuado para invitarle a que siga diciendo cuanto le apetezca. Y a fe que no se corta lo más mínimo. Clama contra la corrupción establecida. Y, como es hombre leído, dice que puede hacerse perfectamente la comparación entre la sociedad actual (tanto la de derecho y la que está al margen de la ley) con la del Renacimiento, puesto que los elementos básicos son los mismos. Y saca a relucir el hampa. Y me hace un descripción detallada de cómo al Estado le conviene que haya delincuentes a granel. Le hago cambiar de tercio y trato de tirarle de la lengua en lo concerniente a los fanatismos religiosos, y me contesta así: “Menos mal que los clérigos, célibes de oficio y, por consiguiente, reprimidos sexuales, ya no gozan del poder que un día tuvieron para imponerles a sus feligreses una moral enfermiza capaz de alcanzar extremos ridículos”. Cuando nos despedimos, dije para mí, hay que ver lo que ha cambiado este hombre.

Jueves. 8

Anoche he tenido una pesadilla: he soñado que me examinaba para obtener una plaza de funcionario del Ayuntamiento. De adolescente fui propenso a soñar una cosa espeluznante: a encontrarme perdido en un laberinto selvático siendo perseguido por animales pertenecientes al medio en el cual se desarrollaba la acción. Pero éste de los exámenes me produce aún más angustia porque su verosimilitud es más acentuada. Mi miedo es mayor por el hecho de encontrarme delante de unos componentes del tribunal cuyas miradas me inspiran un miedo terrible. Me hacen preguntas que nada tienen que ver con el examen y se dirigen a mí como si quisieran condenarme a galeras. No sé cómo contestar. La situación es puramente ridícula pero es de un ridículo tan absoluto, que la angustia que me produce es inenarrable. De pronto, cuando mi canguelo está a punto de convertirse en malos olores, caigo en la cuenta de que mis inquiridores son Juan Vivas y José Antonio Rodríguez. Y en ese preciso instante me desperté. Eso sí, sudando la gota gorda. ¡Qué pesadillas más raras tiene uno!

Viernes. 9

Ana es una amiga que vive en la calle Jáudenes. Y con la que suelo pegar la hebra cada dos por tres. Nunca se me ha ocurrido preguntarle por los años que tiene. Por dos razones: una, porque considero que es de mala educación hacerlo; otra, porque tengo la certeza de que me mandaría allá donde el viento da la vuelta. La hallo sentada en un banco de la plaza que nuestro alcalde tuvo a bien dedicarle a Menahem Gabizón, fumando y deseando que la acompañara un rato. Así que me pongo a su disposición. Y no sé por qué saqué a relucir lo de casa de lenocinio. Así que Ana, con el desparpajo que la caracteriza, tardó nada y menos en amonestarme: “Oye, Manolo, a ver si te dejas de cursilerías y dice casa de putas, como se ha dicho toda la vida”. Y, metidos ya en faena, le fui recitando de memoria frases de gilipuertas. Temas puntuales. Cuando debería decirse Asuntos concretos. Tiene Carisma. Lo correcto es tiene garra, gancho. Los narradores de los partidos de fútbol hablan de tiempo reglamentado, en vez de tiempo reglamentario. Los hay que presumen de ir al taller de lectura, por no decir círculo de lectura. Días atrás, un locutor se refería a que alguien tenía una herida en su anatomía. Olvidándose de que era el cuerpo de ese alguien el que estaba herido. Una noticia se ha convertido en hecho noticioso. Los pisos son ya de alto standing. Ya no existen los de categoría. Hay gente que en vacaciones hacen un periplo por Extremadura. ¿Acaso se puede navegar por el mar extremeño? Y así fui enumerando ejemplos de la corrupción progresiva de la lengua que hablamos y escribimos, ante la satisfacción de Ana. Ah, le dije que los ministros han aceptado cobrar el salario mínimo. Y Ana, Anita para los amigos, aprovechó ya la ocasión para mandarme al… bueno, allá donde el viento da la vuelta.

Sábado. 10

Recibo un regalo. El mejor que a mí se me puede hacer: un libro. Las Maestras Republicanas es su título. El presente procede de una maestra. En la sinopsis leo lo siguiente: Las maestras republicanas fueron unas mujeres valientes y comprometidas que participaron en la conquista de los derechos de las mujeres y en la modernización de la educación, basada en los principios de la escuela pública y democrática. Pero, además, el libro viene acompañado por una nota escrita a mano que reza así: “La escuela sirve para hacer personas, para enseñar a pensar, a tener opiniones propias y, por supuesto, a ser responsable. La escuela es un lugar donde se encuentra gente muy distinta que aprende a convivir. Que no habla de religión en el sentido de hacer sectarismo. Que no deja que los maestros hagan proselitismo político. Que enseña a respetar las opiniones de los demás, a convivir respetando, porque la razón nunca es absoluta”. Mi amiga, amén de regalarme un libro, me ha dado una lección de metodología que tiene toda la pinta de ser la del Instituto Libre de Enseñanza.
 

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