Con mucho aparato, pero con poco
más al final de la comparecencia del presidente del
Gobierno, en esta ocasión, en el edificio del Senado.
Todo empezó con mucho “aparato eléctrico” y terminó mejor
que había empezado para el propio Rajoy que supo “templar”,
“mandar” y “ejecutar la suerte suprema con maestría”. Y he
utilizado los términos taurinos porque creo que es lo que
mejor iba a esta circunstancia en la que su oponente
principal, Rubalcaba, hizo una “faena de aliño” y casi se
encuentra con que le mandan el burel, de nuevo, a los
corrales.
El momento central de todo el debate y ahí es donde ganó
Rajoy la partida y el prestigio, estuvo en el hecho de que,
por primera vez, en todos los años que llevamos de
democracia, un presidente del Gobierno tuvo la dignidad de
reconocer que se había equivocado, al haber confiado en ese
“tunante” que es Bárcenas.
Y tras esta postura del presidente del Gobierno, la
situación se le había complicado tanto a Rubalcaba que no le
quedaba otro camino más que seguir la estela del propio
Bárcenas y tomar las declaraciones de ese tunante como la
vía a seguir.
Se equivocó de ruta Rubalcaba, eso que nadie lo dude. La
sesión, a ratos, fue tensa, como no podía haberse
desarrollado de otra forma, pero aportó mucha claridad con
un dibujo magistral del papel del presidente del Gobierno y
del líder de la oposición, en la escena política de nuestros
días.
Y el dibujo más claro que se mostró en el Senado, a todos
los que lo quisieron ver, es que la oposición, hoy por hoy,
carece de líder que arrastre a los descontentos de las
actuaciones del Gobierno.
La situación es como es, y ni en los momentos más bajos del
PP, con este asunto o con otros, el PSOE no ha sido capaz de
superar su bajo papel y su poco tirón, desde hace muchos
meses ya.
Porque, en circunstancias complicadas, y esta podía serlo,
que Rubalcaba tenga como meta presentar una moción de
censura, sabiendo que no puede prosperar, nos da idea de la
incapacidad manifiesta que tiene el veterano político, al
que fuera de acusar por acusar, o mentir descaradamente, no
se le ocurre nada que sea más positivo.
Y puede que con esos argumentos, en otras circunstancias, le
hubiera ido bien, o muy bien a Rubalcaba, cuya biografía ha
demostrado que es un experto en los miles y miles de
mecanismos que se pueden dar del fraude y de la corrupción,
desde hace muchos años.
Cuando frente a esas actitudes aparece quien, a cuerpo
limpio, sin requiebros de ningún tipo, dice:”Cometí el error
de creer a un falso inocente”, ya con esa sola frase deja
desarmado al adversario que tiene que recurrir a maniobras
que no debemos aceptar si queremos hacer uso del juego
limpio.
A partir de aquí, borrón y cuenta nueva, Bárcenas, es de
suponer, seguirá en la cárcel, Rubalcaba tendrá que poner
orden en su partido, que buenos problemas tiene y el
Gobierno tendrá que gobernar, primero para salir de la
recesión y luego para seguir corrigiendo lo mucho que falta
por hacer.
Con todo, y esto debe quedar muy claro, el presidente del
Gobierno, según él mismo dijo:”He aceptado comparecer para
evitar que los despropósitos sigan creciendo”.
A partir de aquí, volvería a decir Rajoy:”El juez
determinará lo que proceda sobre cada una de las
insinuaciones”.
Un primero de agosto, no era la fecha más idónea para este
tipo de comparecencias, pero si ha servido para algo, mejor
que mejor.
Y en lo único que no estoy de acuerdo con Rajoy es en la
defensa que hace de los políticos, cuando todos sabemos, él
también, que estos representan “la peste” que corrompe, en
nuestros días, a la sociedad.
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