Ha fallecido un buen hombre y un hombre bueno. Amigo de sus
amigos, fácil conversador, tertuliano vocacional y amigo del
diálogo fácil y cercano, Carlos Chocrón ha sido ese
empresario relevante del mundo de la joyería que supo
proyectar su dimensión como tal allende nuestras fronteras
locales y extender la imagen de Ceuta al concierto nacional
de más calado. De su mano, nos llegaron y compartieron con
su marca empresarial protagonismo, notables figuras del
mundo del arte, la moda, le toreo, el fútbol, de la
farándula y de mil y un lugares, acordes con la personalidad
universal de un Carlos Chocrón. Un personaje que siempre
llevó el nombre de Ceuta con honor y supo dignificar su
profesión como gran empresario.
Hablar de Carlos Chocrón en el mundo de la joyería siempre
ha sido como ejemplo de distinción aunque él era un hombre
sencillo, campechano, coloquialmente asequible y con quien
era fácil empatizar.
Nunca se conformó con mantener ese status de joyero
distinguido sin más y dedicarse a convertir en próspero su
negocio sin más. Siempre quiso aportar su impronta e ir un
poco más allá. Carlos Chocrón fue siempre un hombre
comprometido, de los que les gustaba involucrarse en causas
e iniciativas en las que siempre era el primero en aportar
su “granito de arena”, cuando no se convertía en pionero de
algunas de ellas.
Un hombre de tanta categoría empresarial y humana, a quien
no era extraño verle plantando árboles en García Aldave,
cualquier fin de semana, llevado por su inquietud con la
reforestación. Y no lo hizo en una sola ocasión, sino en
varias. Tampoco era extraño situarle en cualquier cena
benéfica como promotor o involucrarse en cualquier actividad
filantrópica de los Rotary, Club al que pertenecía y era
miembro muy activo.
En Ceuta, Carlos Chocrón, desde hace tiempo, tenía –como se
suele decir-, “un nombre”, pero también, en Madrid. Y como
decía aquél, ya se sabe que triunfar en Madrid, por
extensión, es triunfar en España. Desde su empresa, se ha
proyectado la Fundación, un legado para futuras generaciones
con proyección de futuro y una forma de perpetuar las
enseñanzas de la joyería, los valores por la belleza, la
destreza en la labor artesana, el manejo y utilización de
los metales preciosos. En definitiva, una forma más de
incidir en una dimensión profunda sobre un arte que, ni
quiso ni se puede perder.
No se olvide que, Chocrón, junto a su personalidad sencilla,
asequible, cercana, y humana también ha sido un hombre que
ha saboreado el triunfo y ha gozado de un reconocimiento
general como empresario sin que nunca se dejara llevar por
la altanería y a nivel social, como un hombre comprometido
con su tiempo, amante de causas nobles y estímulo de
iniciativas filantrópicas, igualmente tuvo marchamo de
admiración.
Quizás por todos estos valores, tuvo bien merecida la
Medalla de la Autonomía que se le entregó en las Murallas
Reales, ocasión en la que provocó un sobresalto a todos sus
amigos y a quienes no lo eran pero admiraban su hombría de
bien y le vieron desvanecerse como un junco doblegado por un
traicionero achaque de la modernidad. Quienes le vimos
golpearse violentamente contra el suelo con su corpachón
desmadejado, experimentamos un vuelco en el corazón,
creyéndonos lo peor. Afortunadamente, su recuperación fue
posible y aunque pareció que desde entonces todo era igual,
lo cierto es que ya nunca volvió a ser lo mismo.
Carlos Chocrón tenía el corazón tan grande que, hasta en los
momentos de mayor emoción como lo fue aquél en el que
pronunciaba su discurso para agradecer la Medalla de la
Autonomía, amagó con fallarle, pero no lo hizo,
afortunadamente para él y para los que le queríamos.
Por eso mismo, cuando hemos sabido de la noticia, de la
triste noticia de su fallecimiento, tampoco podíamos dar
crédito a un hecho que, inconscientemente independizamos de
la propia ley de vida. Sin embargo, Carlos Chocrón pese a
dejarnos físicamente, permanecerá entre nosotros con su
imperecedero recuerdo por la labor realizada y su legado más
preciado: la memoria hacia un hombre bueno y un buen hombre.
Una forma de eternizarse en el tiempo entre nosotros y de
corresponderle, porque quien fue admirable, también despertó
admiración, quien sembró como él obras buenas, igualmente
recogerá una cosecha de beneplácitos.
Descanse en paz este gran hombre, brillante joyero y
ejemplar amigo.
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