Por los mentideros políticos
madrileños, según dicen los periodistas de la capital de
España, ha cundido el rumor, antesala siempre de la noticia,
de que María Dolores de Cospedal será sacrificada por
Mariano Rajoy más pronto que tarde. Al parecer, se le
acusa, entre bastidores del partido, de no haber sabido
manejar el ‘caso Bárcenas’ como mandan los cánones de la
posible corrupción a gran escala. Infortunio político que la
secretaria general empezó a labrarse cuando salió a la
palestra hablando del finiquito del tesorero más peligroso
que haya tenido nunca organismo alguno.
Aquella actuación de la señora De Cospedal, ante los medios,
fue de risa. Se hizo la… lengua un lío y convirtió sus
declaraciones en un monólogo disparatado que movía a
tomársela a chufla. Y a mí, aunque ustedes lo pongan en
duda, me causó mucha pena ver a toda una Abogada del Estado
pasando por trance digno de un sainete de los Hermanos
Álvarez Quintero.
Desde que la secretaria general de los populares, en aquel
desdichado febrero, introdujo un nuevo concepto laboral,
hablando de “indemnización en diferido”, dije para mí: esta
mujer ha hecho ya méritos suficientes para ser la primera
víctima del ‘caso Bárcenas’. Y así lo referí entre conocidos
que, seguramente, cinco meses después ni se acuerdan de mi
profecía. Ni falta que les hace. Bastante tienen ellos con
hacer malabares con los dineros para poder cubrir las
necesidades de su casa en tiempos donde solo los políticos
viven como si fueran marqueses de antaño.
También les hablé de la primera visita que hizo a Ceuta la
señora De Cospedal. Creo que fue en 2008 y les dije que
estuve muy cerca de ella en la sala de estar del Hotel Tryp.
La describí como mujer menuda, dinámica, de rostro agraciado
en el cual destacaba una nariz singular. Y hasta los puse al
tanto de cómo un cargo del PP, cuyo nombre nunca he osado
mencionar, me dijo con voz queda: “Esta secretaria general
terminará metiendo la pata en el partido”.
Cuando María Dolores de Cospedal volvió a Ceuta en 2011,
para participar en la campaña electoral, nuestro alcalde la
llenó de ditirambos. Y resumió sus alabanzas diciendo que
María Dolores reunía todos los valores del partido y de los
ofrecimientos, él los llamaba ofertas, que el PP llevaba en
su programa.
Y muy cerca de nuestro alcalde aparecía la persona que tres
años antes se atrevió a pronosticar que la secretaria
general tenía mal bajío. Allí estaba nuestro hombre en el
Hotel Ulises gritando consignas y haciendo de director de la
claque en cuanto decía dos palabras seguidas la secretaria
general. Ésta se limitó a responder que no se le ocurriera a
Juan Vivas hablar de las dudas que le embargaban
acerca de si presentarse o no a las elecciones como
candidato a la presidencia. Porque, de hacerlo, podría
causar una inquietud en la ciudad de consecuencias
imprevisibles. Y, claro, los militantes populares gritaban
enloquecidos de felicidad.
Apenas dos años más tarde de aquel espectáculo, celebrado en
un salón del Ulises, en el cual las promesas electorales
anunciaban un mundo idílico para todos los españoles, la
nación sigue sin levantar cabeza. Su clase media
empobrecida. La corrupción domina las más importantes
instituciones. Lo que diga Barcenas sigue teniendo
más crédito que lo que diga Rajoy. Y nuestro alcalde, tan
imprescindible, como así lo proclamaba De Cospedal, no ha
dado la talla en el ‘caso Urbaser’ ni en otros casos. Los
gafes son gafes. Y reunidos pueden ser ruinosos. El PP,
según la última encuesta que Metroscopia ha realizado, se
desliza por la ladera ruinosa.
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