La última tragedia ocurrida en la
Nacional 352 donde hay 13 pasos de peatones en tres
kilómetros y medio, la falta de adecuación de los mismos así
como la imprudencia de algunos conductores, convierten este
tramo de circulación en una carretera de alto riesgo para
peatones confiados que se exponen a sufrir las fatales
consecuencias de un atropello, como le sucedió a la pequeña
Jennifer. Ahora, el área de Fomento de Delegación del
Gobierno y la Demarcación de Carreteras de Andalucía
Occidental, han decidido someter a estudio la instalación de
reductores de velocidad. Una decisión elogiable aunque sea
frente hechos consumados, a resultas de una muerte trágica.
En estos casos, cabe plantearse si, cuando no se tratan de
grandes inversiones millonarias, sino de pequeñas obras que
reforman aspectos que hacen a los ciudadanos más felices en
el día a día y a la vez, que se sientan más protegidos y,
por tanto seguros, ¿es necesario esperar tanto para acometer
esas pequeñas actuaciones de ínfimos presupuestos, cuyas
repercusiones y beneficios son importantes, ya que evitan
tragedias como la sufrida recientemente?
El respeto a las normas de circulación y a las señales de
tráfico son fundamentales para la seguridad vial pero hay
que ser aún más previsores y adaptar la calzada a
situaciones de riesgo para que, aún cuando no se respeten
las normas, el ciudadano no corra el peligro inminente que
se deriva de la inexistencia de puentes, de reductores de
velocidad o de algún otro control de la misma. Todas las
medidas son pocas si de lo que se trata es de salvar una
vida humana. Por ello, se hace preciso ahora mas que nunca,
evitar más tragedias a causa del tráfico en la N-352. se
hace preciso una política más cercana a los ciudadanos.
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