La Ciudad está en su derecho de diseñar el organigrama de la
estructura de su Gobierno. Es bien cierto, que aunque ha de
respetar la legalidad, si el Juzgado le advierte de
gestiones al márgen de la ley, el Ejecutivo puede optar por
otras fórmulas acordes con el fin último que pretende en la
gestión política.
Con independencia que los subdirectores generales son
personas que han venido desarrollando su cometido de manera
aceptable, no es menos cierto que, en la vida política está
la ética y la estética. En el caso que nos ocupa había que
cuidar las formas y no se ha hecho.
Cuando un Gobierno como el de Juan Vivas presume que ha
rebajado los altos cargos y los puestos de confianza, no
parece aceptable que, donde hay subdirectores generales
éstos se conviertan en viceconsejeros, como podían haberlo
hecho de cualquier otra cosa, dando la sensación -aunque no
le guste demasiado el término a Emilio Carreira-, que lo
único que se pretende es colocar a una serie de personas,
porque se hace imprescindible salvar el escollo judicial.
Esa imagen de “enchufismo”, de colocar a cualquier precio,
de ahora te llamo una cosa y como no puede hacerse, te
denomino de otra, es lo que despierta al ciudadano la
desolada sensación de que es mejor tener un buen “padrino”
en política que formarse con muchas carreras universitarias.
Bien es verdad que la cualificación académica no es
necesaria para ser subdirector, viceconsejero o cualquier
otra cosa. En política, es muchísimo más importante “caer
bien” o tener la suerte de “arrimarse” a un buen político
que nos haga “progresar adecuadamente”. Esa es la mejor
universidad, la de la vida. ¿Para qué estudiar? Ya está la
política y los políticos para enseñarnos.
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