El vínculo de las relaciones forma
parte de nuestro caminar por este mundo. Lo es todo.
Necesitamos de los amigos como el aire que respiramos.
Tantas veces son nuestro aliento. Pero también los amigos
requieren de nuestro apoyo. Es una continua y permanente
reciprocidad. No hay mayor satisfacción que sentirnos
protegidos, valorados y comprendidos por nuestra propia
comunidad. Por ello, estoy convencido de que la amistad, en
un mundo global como el presente, es algo imprescindible,
sobre todo para tender puentes de cordialidad e inspirar de
este modo encuentros comprensivos. La diversidad y los
puntos de vista diferentes, no tienen por qué ser
impedimento para trabajar en colaboración unos con otros, sí
en el horizonte de nuestro pensamiento se sustentan valores
como la confianza, el respeto y la consideración hacia todo
ser humano. Por consiguiente, aplaudamos el día que la
Asamblea General de las Naciones Unidas designó el Día
Internacional de la Amistad (30 de julio), con la idea de
avivar estos lazos entre pueblos, países, culturas y
personas. Precisamente, la resolución de dicha festividad,
lo que hace es poner en valor actividades comunitarias
encaminadas a fomentar la inclusión entre personas para
promover algo tan vital como el diálogo.
La amistad no tiene un valor de resistencia, sino más bien
es una de las cosas más importantes, puesto que imprime
fuerza al deseo de vivir. El solo hecho de sentirnos amigos
ya alegra el corazón. Es cierto que ha nacido la pasión por
la comunicación entre diversas culturas, en esto parece ya
no haber fronteras, sin embargo a veces esto no empuja al
encuentro, al apoyo solidario, a la tolerancia. Es evidente
que tenemos que formular una nueva relación entre las
personas y el mundo que nos circunda, desbordado por la
pobreza, las desigualdades e inseguridades. Muchas gentes se
sienten hoy día, ya no sólo abandonadas por el Estado,
también por su misma especie, por las personas más próximas.
Por eso, es fundamental que se establezcan alianzas para
propiciar otro mundo más pacífico. Desde luego, los crímenes
de derechos humanos no pueden ser objeto de amnistías ni
impunidades. A propósito, la idea Aristotélica, de que “si
los ciudadanos practicasen entre sí la amistad, no tendrían
necesidad de la justicia”, puede ayudarnos a reflexionar y,
así, poder tomar una nueva conciencia de vida, basada sobre
todo en la mesura. Sin duda, el afecto por el ser humano,
provenga de donde provenga, tiene que llevarnos a otros
estilos de vida más fraternos y responsables.
Contra la violencia hay que dar prioridad a la formación de
grupos de amigos capaces de contrarrestar las fuerzas del
extremismo y de la incomprensión. A mi juicio, ha de ser
prioritario en todos los países construir una nueva
fraternidad basada en la mano tendida, en la reconciliación
de los pueblos, para poder crear una renovada armonía de
sentimientos en la mente de las personas. Requerimos esta
unión para transformarnos en personas desinteresadas,
dispuestas a desarrollar la generosidad, la simpatía y,
especialmente, el apego que genera una donación auténtica.
Por desgracia, los tiempos actuales son poco propicios para
las adhesiones verdaderas. Un muro parece separarnos en mil
ocasiones. Es el fruto de vivir para nosotros mismos, sin
otro afán que los bienes materiales. Y así, lejos de existir
para los demás, vivimos para el poder de turno. Con estos
pensamientos difícilmente vamos a poder establecer lazos
duraderos y profundos, diálogo ninguno y lo que si vamos a
cosechar es un montón de incomprensiones. De ahí, la
urgencia de llevar al corazón de todas las culturas una
estima revitalizadora de incondicional entrega a los demás,
lo que implica una cierta igualdad, muy diferente a esta
cultura de competición, donde el egoísmo es lo que prima. No
olvidemos, pues, que la amistad surge del contacto, pero se
alimenta de valores que nos hermanan; ayudando, de esta
manera, a desarrollar aptitudes para la adopción de
decisiones que fomenten un sentido de pertenencia.
Sin duda, el potencial de la amistad como esperanza de
futuro tiene que priorizarse en los programas educativos y
en todos los sectores de la cultura, de lo contrario
seguiremos estando todos condenados a los conflictos, al
rechazo y al desprecio de las personas más vulnerables. Los
verdaderos amigos permanecen los unos en los otros y nadie
les separa. Precisamente, lo que nos hace fuertes es la
certeza de la amistad. Realmente pienso que el ser humano no
puede vivir sin nexos, es lo que nos sostiene y nos pone en
camino, superando la pereza de quedarnos cómodos en nosotros
mismos, necesitamos abrirnos a la gente, formar parte de la
gente, universalizarnos, reconocernos en esa universalidad,
donde se hunden nuestras propias raíces. Esta relaciones de
amistad han sido evocadas por todos, son llevadas con
frecuencia a mundos diversos, del arte y la ciencia, del
cine y de la música, de la filosofía y de las religiones. Se
me ocurre pensar en los personajes inmortalizados por Miguel
de Cervantes, don Quijote y Sancho Panza, que simbolizan la
generosidad entre personas de diferentes caracteres,
llegando a un entendimiento tan fuerte que don Quijote se
“sanchifica” y Sancho se “quijotiza”. Así es la amistad, uno
de los sentimientos más nobles y más precisos.
Indudablemente, el futuro será de los que aprendan a
quererse en este mundo, a establecer familiaridades y
conexiones.
Para desdicha de todos, el momento presente no sólo está
marcado por fenómenos negativos a nivel institucional,
social y financiero, sino también por una expectativa cada
vez más inhumana, en parte por cierta desconfianza en las
relaciones humana, de forma que aumentan los signos de
deslealtad, engaño, ingratitud, agresividad y desesperación.
La decepción llega a alcanzar en algunas culturas límites
insoportables. Además, este mundo globalizado en el que
vivimos (muchos sufriendo) corre el riesgo de avivar la
enemistad al haber cerrado los ojos del corazón. Tenemos, en
todo caso, la responsabilidad de activar las miradas y de
incentivar un espíritu de cooperación planetaria, que nos
lleve a cultivar un núcleo de valores, el de los derechos
humanos fundamentales, y no otros impuestos al arbitrio de
cuantos tienen el poder. Es cuestión de mirar y ver lo que
nos interesa. Eso sí, tómese su tiempo, lo mismo que para
escoger un amigo.
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