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OPINIÓN - SÁBADO, 20 DE JULIO DE 2013

 
OPINIÓN / ANÁLISIS

Las formas importan tanto como el fondo

Por Alejandro S.


Al Gobierno de la Ciudad le asiste la razón cuando afirma que no piensa prescindir de parte de su equipo, porque, como el resto, fueron designados “sobre el criterio de elegir a los mejores y a los más capacitados”, indicando que “si la fórmula elegida no es la adecuada, se cambiará, pero el Gobierno mantiene su confianza en ellos porque queremos seguir contando con los mejores para prestar los mejores servicios”. No obstante, y siendo dicho planteamiento correcto en el fondo, el Gobierno de Vivas debería cuidar las formas, ya que de lo contrario este asunto le pasará factura con toda seguridad.

Y es que en la política como en la vida importa mucho el fondo de las cuestiones pero las formas son habitualmente una clara muestra del nivel humano y, por tanto, de las decisiones que pueden adoptarse en función de esa categoría.

Un claro ejemplo de ello es el que esta ofreciendo en los últimos días el viceconsejero de Economía y Hacienda, Manuel Carlos Blasco que, por cuestiones familiares –muy respetables-, se marcha y deja la viceconsejería, pero a su vez no deja el acta de diputado de la Asamblea y continuará con el escaño, es decir, percibiendo todos los meses los más de 1.000 euros de dietas por asistencia a Pleno, aunque para ello tenga que venir un día al mes –que se ve que no hace daño, al bolsillo, claro–, desde el Puerto de Santa María, donde se encuentra su cónyuge para levantar la mano y calentar el asiento.

En un país de austeridad, de recortes y con seis millones de parados como éste, no me negarán que es un exceso pagarle a un tío casi 15.000 euros al año por estar sentado sin abrir la boca y quedar como figurante en un escaño, como si se tratara de un figura de cera y, encima, quedando como un sufrido padre de familia.

Cuando alguien dice que se va de la política, no caben las medias tintas: Guillermo Martínez decidió, también por asuntos familiares, marcharse dejando incluso el escaño, con lo que hizo creíble su argumento personal. No es el caso de Carlos Blasco si dice marcharse pero estando aún vinculado al escaño, con una suculenta gratificación que da para mucho y que supone estar pagado a precio de oro, por una jornada tranquila, de observador en un Pleno, de oyente que diría Alfonso Guerra, y sin dar un palo al agua, porque ni participaría en la elaboración de los trabajos previos, sino venir, sentarse, calentar el asiento y levantar la mano. Si se culmina que Carlos Blasco no deja el escaño, saldrá muy caro a los ceutíes cada vez que levante la mano.

Esto de estar fuera pero dentro, el navegar en el sí pero no, las medias tintas, el me voy pero me quedo para cobrar, huele muy mal. Tan mal, que deja un halo de putrefacción a tantísimos parados que desearían esos 15.000 euros por no hacer nada. Un poquito de por favor, de ética y de estética. De cuidar las formas, señor Vivas.

Un simulacro de servicio público que nadie se cree. Aquí se habla de dinero y no de mirar por el interés general. ¡Qué despropósito y qué manera de tomarle el pelo a los ciudadanos! La gran “familia” política marca las reglas y se reserva las mejores tajadas para ellos. Así da gusto. Y encima, nos tenemos que creer que se interesan muchísimo por el paro.

Por cierto, ¿cese o dimisión? Parece igual pero no es lo mismo. Cada concepto tiene una consideración. ¿No se buscará alguna prestación complementaria disfrazando la verdadera decisión?

Guillermo Martínez y Carlos Blasco protagonizan dos situaciones con distinto signo: el primero, más coherente; el segundo, demostrando más interés personal que otra cosa. Dos políticos llamados por el deber familiar con distintas perspectivas. Muy parecidos pero distintos. Uno y otro, han marcado fórmulas distintas de entender una misma cuestión.

Las formas, señores, hay que cuidarlas, aunque lo que esté de moda sea pasar de ellas.
 

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