Conservo como oro en paño ‘El
Polémico Dialecto Andaluz’: libro escrito por José María
de Mena y que obra en mi poder desde hace la tira de
tiempo. Y, aunque lo tengo muy leído y ajado, de vez en
cuando suelo buscarlo en los anaqueles de mi modesta
biblioteca para volver a empaparme de algunas locuciones y
frases hechas andaluzas. Qué verdad es que a medida que uno
va cumpliendo años los orígenes tiran tanto como lo que
ustedes están imaginando ahora mismo.
Fue el jueves, por la noche, a pesar de haber tenido una
tarde muy ajetreada, y cuando aún el incipiente sueño no me
obligaba a dar cabezadas, siempre tan molestas como dañinas
para los músculos del cuello, que tuve ‘El Polémico Dialecto
Andaluz’ entre mis manos. Y volví a deleitarme con su
lectura, que tantos recuerdos me proporcionan.
Por ejemplo: “Hasta verte Jesús mío”. Locución que hace
posible que me acuerde en un amén de mi tío Alejandro;
tan buena persona como borrachín empedernido que solía
gritar la frase cada vez que se bebía entero un vaso de vino
en cuyo fondo había pintado un retrato de Jesús.
Lo de “Hacer la jarrita de plata” me pone en condiciones de
calibrar la diplomacia de mi tía Enriqueta, en los
tiempos donde el hambre hacía que el ingenio se agudizara.
Así ella, que detestaba a los hipócritas, los tachaba de
hacer la jarrita de plata y ni se enteraban de que los
estaba acusando de ser sepulcros blanqueados.
Lo de “Más cumplido que un luto”. Persona excesivamente
protocolaria, y cursi en sus relaciones con los demás, por
demasiado ceremonioso, me obliga pensar, inmediatamente, en
un político que todos ustedes tienen, seguramente, en la
punta de la lengua.
Que sí, que es un político poderoso y que lleva ejerciendo
un poder omnímodo desde hace ya mucho más de una década. Y
que no cesa de “Juntar chinitas con los pies”. O sea que
perpetra traiciones con disimulo. Pero se le nota tanto que
ya no engaña ni a los suyos.
Y es que el hombre más que creerse Napoleón, que se
lo cree, ha dado en la manía de cometer disparates para
demostrarnos que es todopoderoso y pobre de los que osemos
llevarle la contraria. Así que me ha dado por pensar que a
lo mejor el personaje ha oído cómo se las gastaba el Rey
don Pedro I, a quien en Sevilla se le temía más que a
una vara verde, y le ha faltado tiempo para emularlo.
Al Rey don Pedro le sonaban las choquezuelas. Es decir, las
rodillas. De ahí que las gentes, cuando decían “Sus, que le
crujen las rodillas”, se referían al rey que mataba a espada
en sus correrías nocturnas por las callejas sevillanas. La
frase, “Sus, que le crujen las rodillas”, también se dice
“guarda, guarda, que le suenan las choquezuelas”, se sigue
usando en tierras hispalenses para advertir a alguien que no
se meta en pleitos con un poderoso, porque puede salir
malparado. Es la paralela en su significado a otras como
“con la Inquisición, chitón, o “con hermandad o cofradía no
te metas en porfía”.
En mi caso, ya sé perfectamente a quienes les suenan las
rodillas en Ceuta. Bueno, lo sabía desde hacía una
eternidad, pero no quería hacerme a la idea de que estaba
tan expuesto. Lo único que deseo, créanme, es seguir
teniéndoles el miedo justo. De no ser así, tengo la certeza
de que se mearían y c… en mis espaldas.
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