Corren tiempo difíciles en lo
económico; algo que es conveniente recordar a fuer de caer
en la repetición. La corrupción es la tentación fácil de los
tiempos difíciles. Puesto que trinca el de arriba, menos
necesitado, ¿por qué no trincar todos? La corrupción, como
estoy harto de ver y leer, no es siempre de dinero, a veces
implica privilegios, sobornos morales o reciprocidades.
Dice Antonio Gala: “Nada es tan contagioso como el
mal que desciende de lo alto, de quienes deberían ser
ejemplares, y son, además de corruptos, corruptores. Hasta
conseguir, como vemos, que la sociedad, envidiosa desee ser
corrompida y admire a los ladrones”.
En la cárcel de Soto del Real está ingresado Luis Bárcenas.
Y en apenas dos semanas ha conseguido que sus compañeros le
den tratamiento de héroe. Ahí es nada haberse apropiado de
millones y millones de euros siendo un simple tesorero del
Partido Popular. Lo cual resulta tarea que no está al
alcance de un cualquiera. Y a fe que Bárcenas no lo era.
LB era ya un listo cuando don Manuel Fraga lo colocó
en el PP. Un listo, tieso como una mojama, que llegó a los
madriles con un traje con brillo y unos zapatos sucios y,
quizá, pidiendo a gritos que le echaran unas medias suelas.
Y pronto se percató de que en la sede del PP a los políticos
más relevantes se les iban los ojos detrás de los dineros.
El onubense, LB, aprendió con celeridad que había políticos
que no le hacían ascos a recibir regalos. Billetes
procedentes de empresarios dispuestos a todo con tal de
salir ganadores como participantes en concursos donde se
barajaban sumas cuantiosas de euros.
LB, siempre preocupado de su físico, veía a políticos,
banqueros y vividores de toda laya, sentados, con sus tripas
cansadas, hartos de aperitivos, llenos de promesa
incumplidas y de palabras empeñadas. Y tardó nada y menos en
poner en marcha su plan. No sólo para hacerse rico sino
también para humillar a quienes decían estar en la política
para servir a los ciudadanos. Y lo hizo repartiendo sobres a
granel.
Un hombre que reparte sobres durante mucho tiempo,
procedentes de mordidas, a lo más granado de su partido, no
deja de ser un tipo que va adquiriendo un poder que puede
llegar a ser omnímodo. Y que le permite tratar a sus
superiores como si fueran vulgares trincones.
LB, en los momentos de esplendor, es decir, cuando ya
ejercía de tesorero principal, seguramente que disfrutaba de
lo lindo cuando le llamaban o le visitaban compañeros de
partido para decirle que no llegaban a final de mes y que
necesitaban un remolque de billetes de quinientos euros.
Los billetes de quinientos euros son capaces de nublarles la
vista a los más encopetados políticos. Ya que con ellos se
hacen acreedores a tener un ritmo de vida al cual jamás
hubieran podido acceder ni siquiera teniendo una profesión
liberal de mucho cartel.
A medida que LB iba repartiendo la pasta gansa, que se había
convertido, al parecer, en una costumbre, más seguro se iba
sintiendo. Y llegó a creerse que disfrutaba de inmunidad.
Pero un tonto del PP, o bien una tonta, decidió no hacerle
caso a Javier Arenas cuando éste le dijo que no se le
ocurriera tocarle las narices al onubense. Que era hombre
que nunca iba de bromas. Y el resultado ha sido demoledor:
Bárcenas tiene acojonado a Rajoy.
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