La situación que se ha planteado
con el contrato de interés público para la línea marítima
entre Ceuta y Algeciras, está desatando opiniones y
planteamientos de lo más diversos. Un asunto, especialmente
sensible, cuando se sabe que supone nuestra única
“autopista” como tantas veces se ha dicho. Pues si ésta es
nuestra salida natural, exclusiva, fundamental, bueno es que
todas las formaciones políticas, sin distinción de colores
ni ideologías o consideraciones de cualquier tipo, aunarán
esfuerzos, hicieran una apuesta decidida, con verdadera
voluntad política y unificaran criterios para decidir, de
una vez por todas, qué es lo mejor para los ciudadanos de
esta bendita tierra y antepusieran el interés general al
partidista. Un asunto de que no cabe rédito.
No puede convertirse la línea marítima del Estrecho como una
especie de cuadratura del círcuilo o en el galimatías de
discordia entre unos y otros. Se hace necesario, obligado e
imprescindible, remar -y nunca mejor utilizado el término
marinero-, en el mismo sentido para alcanzar el puerto
deseado. Un esfuerzo del que no quedan al margen las propias
compañías navieras que han de mirar también al factor humano
y no solamente a su cuenta de resultados.
Las navieras tienen mucha culpa de lo que está pasando
porque no han tenido nunca un trato de favor para con este
pueblo y, muy al contrario, como sucedió el pasado verano,
tuvieron la deferencia de presentar ofertas muy ventajosas
en el vecino país y reirse de los ceutíes con precios nada
módicos en el mismo período de tiempo. Un hecho que ha dado
lugar a que el propio delegado del Gobierno les llamara la
atención recientemente. Por ello, de una vez por todas,
políticos y navieras han de alcanzar una solución de
consenso.
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