La propuesta se origina desde el lugar: una topografía muy
acusada en un entorno urbano tan compacto como la trama de
la ciudad de Ceuta, enclavada entre el Mediterráneo y el
Atlántico, en el extremo norte de África y en una situación
especular respecto del extremo sur de Europa. La biblioteca
se organiza en este fuerte desnivel y sobre un yacimiento
medieval meriní del siglo XIV que queda incorporado en sus
espacios interiores como un centro de interpretación
arqueológica y enclavado como un documento urbano del
pasado. La traza ortogonal de esta Ceuta medieval, ordenada
por dos calles de fuerte pendiente que organizan una ciudad
meriní de casas y huertos, de aljibes y patios, con restos
de pinturas y cerámicas, está girada respecto de la ciudad
actual y el giro de ambas direcciones determina la geometría
triangular de las siete pilonas que soportan la cubierta del
yacimiento y del encasetonado de la losa estructural que lo
cubre. De esta manera el valor urbano de la ciudad se
incluye en la estructura del nuevo edificio.
La biblioteca se plantea como un edificio compacto, vaciado
en el interior arqueológico, que se rodea de terrazas de
lectura, procurando la transparencia y comunicación visual
entre los espacios de la biblioteca y el centro
arqueológico. Grupos de luminarias suspendidas con la misma
geometría triangular indicando la dirección de las calles
meriníes, enfatizan los restos murarios en un interior
continuo y abstracto.
La compacidad del edificio permite la claridad y sencillez
de uso de los espacios interiores, organizados en bandejas
en torno a dos núcleos verticales que vertebran el interior.
Las salas de lectura se tallan en terrazas sucesivas sobre
el yacimiento subiendo en altura sobre la acusada
topografía, articuladas con el terreno y con accesos
diferenciados desde dos niveles, uno para la biblioteca y
otro para el centro de visitantes, enlazando las empinadas
calles con el interior continuo. De esta manera un edificio
compacto y con desarrollo en altura no excluye la
posibilidad de tener en su interior espacios singulares
acordes con el uso cultural y representativo que alberga.
El volumen compacto y facetado se encaja en la topografía y
mira hacia la ciudad desde una serie de huecos recortados en
un doble cerramiento. Exteriormente el edificio se reviste
con una ligera celosía metálica perforada compuesta de
grandes escamas de aluminio como segundo cerramiento sobre
un potente zócalo murario que sigue la pendiente de las
empinadas calles. Los huecos estructurales abocinados se
construyen con hormigón visto y embocan las vistas hacia el
exterior. Entre el sencillo cerramiento interior, de grandes
huecos fijos y ventilaciones practicables y la celosía se
proyecta una galería técnica abierta por la que discurren
las instalaciones. La transparencia entre ambas capas tamiza
como un velo el exceso de soleamiento y de luz, ventila la
fachada y atenúa el intenso viento del Estrecho.
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