Alguien dijo que lo único decente
que puede hacer un escritor para que sus libros se vendan es
escribirlos bien. Que es lo que ha venido haciendo Mario
Vargas Llosa durante muchos años. Y como ejemplo he aquí
algunos títulos de su gran obra literaria: La ciudad y los
perros, La casa verde, Conversación en La Catedral, La
Fiesta del Chivo, Pantaleón y las visitadoras y otros que ni
me acuerdo ni quiero molestarme en acudir a buscarlos a los
anaqueles de mi modesta biblioteca.
El último libro que leí del escritor peruano, Travesuras de
la niña mala, me sirvió para comprender aún más cómo el
hombre necesita a la mujer para holgar, tal y como lo decía
el arcipreste de Hita, y para sentirse varón en toda la
extensión de la palabra. Ese amor de mil caras que nos
muestra Vargas Llosa en la novela referida, evidencia que el
artista nacido en Arequipa, Perú, jamás hubiera asumido la
castidad, ni siquiera amenazado con penas indecibles.
Mario Vargas Llosa, intelectual situado en el pináculo de la
gloria literaria, y convertido en un guía de la sociedad
actual, ha venido a Ceuta porque se le ha concedido el
Premio Convivencia. Y ha suscitado el interés de lo más
granado de esta ciudad. Si bien es cierto que corren malos
tiempos para que la gente sea capaz de escuchar atentamente
el mensaje de quien está considerado un gurú literario.
Alguien que defiende las ideas liberales en momentos donde
éstas no son las adecuadas para sacarnos del atolladero en
el cual nos han metido los políticos.
A lo largo de los últimos años, lo que opinen los
intelectuales importa bien poco. Porque se han puesto
siempre de parte del poder. Bien lo dijo Camilo José Cela,
a su debido tiempo, hay que escribir a favor de quienes
manejan los dineros. De no ser así, hasta pueden sufrir
persecuciones. No es el caso del hombre que nos ocupa. El
hombre del cual escribimos es Premio Nobel de Literatura,
Premio Miguel de Cervantes y Príncipe de Asturias de la
Letras. Ahí es nada. Y, sin embargo, en esta ciudad las
autoridades dicen que se le ha concedido el galardón no por
su extraordinaria obra literaria sino por su defensa de la
emigración. Y quien lo dice se queda tan pancho o tan
pancha.
Quien está tocado de los nervios, sin embargo, es nuestro
alcalde. Su alteración está motivada porque no acaba de
hacerse con las riendas del discurso adecuado para lucirse
ante un visitante tan ilustre. Quienes conocen a Juan
Vivas andan diciendo que lleva varios días situándose
ante el espejo del cuarto de baño de su despacho ensayando
la perorata. Y no acaba de sentirse satisfecho de su
actuación.
De modo que ha llamado a consulta a varios de sus asesores.
Todos ellos tan poco leídos como él. Y han acordado que debe
aprenderse de memoria la sinopsis de El pez en el agua. Y
que a partir de ahí cumpla el objetivo previsto. Que es el
de salir del paso en el acontecimiento dando la impresión de
que él ha pasado por el trance del autor. Eso sí, el resumen
general de la obra tendrá que ser acompañado por un canto a
la Ceuta marinera. A los vientos reinantes. Al Estrecho que
nos une a la Península y nos hace ser ciudadanos del mundo.
Personas ávidas de saberes y dispuestas a premiar a
intelectuales de la talla de Mario Vargas Llosa.
¡Qué pena que nuestro alcalde no pueda invitar a
Aróstegui, a tan grande acontecimiento. Su amigo del
alma. Porque éste dice que quienes visten traje y corbata se
disfrazan de profesionales de la mentira. Y Vargas Llosa se
sentiría ofendido de por vida.
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