Nunca hubo unificación de
criterios sobre las centrales nucleares que, en la mayor
parte de las ocasiones, eran rechazadas por aquello de la
peligrosidad –decían- para quienes vivían cerca.
La década de los sesenta y de los setenta, del pasado siglo,
a pesar de que no se daban tantos movimientos de
manifestaciones, por cualquier cosa, como se dan ahora,
vimos en docenas de ocasiones como las gentes decían NO a
cualquier proyecto de instalación de una central nuclear.
Ahora, lo que cambian los tiempos, vemos que cuando se acaba
de cerrar la de Garoña, como había dado tantos puestos de
trabajo, directos e indirectos, y como en esa zona se vive
mejor que en otras en las que no hay nada, el personal se
pone en pie, protesta y no acepta que la central se cierre
definitivamente.
Particularmente, mi formación humanística no me parece que
tenga una solidez fuerte para defender o rechazar, con
verdadero sentido, la instalación o la anulación de tales
centrales, algunas de las cuales llevan ya muchos años en
funcionamiento.
Sin embargo, lo que sí ha quedado claro es que cualquiera de
las centrales aportó riqueza, trajo la instalación de buenas
vías de comunicación e hizo de esas zonas unos lugares con
más prosperidad que aquellos otros en los que triunfaron las
teorías, por ejemplo, de gentes como los Verdes, donde se
proponía dejar la Naturaleza sin tocarla para nada.
Estos días, y ahí el ministro correspondiente del ramo lo va
a tener complicado, estoy viendo que una buena parte de
Burgos, donde hay necesidades y paro, como en casi todo el
país, han empezado a rechinar los dientes, cuando las
inmediaciones de la central que se acaba de cerrar, ya
veremos si para siempre, mira para el futuro y no ve claro
su porvenir.
Y es que las centrales nucleares no se instalaron, en su
día, en las zonas más desarrolladas, de ahí que una de las
zonas más buscadas, en aquellos tiempos, fuera Extremadura,
por poner un ejemplo.
Ahora bien, tanto Burgos, como la propia Extremadura, al
correr el tiempo, han visto que “aquellos inventos malditos”
les han permitido vivir mejor, y si después de haber
soportado “correr los riesgos” de entonces, ahora se les
quita lo que le ha hecho mejorar en su subsistencia, eso no
parece lo más potable.
Soria, el ministro, que como otros tantos de sus colegas,
sólo aparece en escena cuando hay algún problema en su
departamento, va a tener un verano calentito, y ya veremos
por donde sale para poder dejar contenta a la población de
esa zona y para que cuando menos el nivel de vida que hay
ahora no baje y vuelvan a convertirse sus habitantes en los
vecinos malditos, como fueron antes por colocarles allí
central nuclear, y por habérsela quitado ahora cuando dejaba
alguno de sus frutos.
Garoña se ha cerrado, esperamos que llegue un repuesto para
ellos. Ahora, especialmente en estos días, las opiniones son
muy diferentes según de donde vengan, pero lo que ha quedado
claro es que, una vez más, una central nuclear es el núcleo
de discusión entre partes opuestas.
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