Arribó a Ceuta cuando los años
ochenta estaban en su apogeo. Era veinteañera, rubia, aún no
sé si ojizarca, escurrida de carnes y con estatura adecuada
para deleitarse mirando a los hombres por encima del hombro.
Venía con el fin de convertirse en la directora de periódico
más joven de España. Natural de La Rioja y licenciada en
periodismo por la Universidad de Navarra, Elisa Beni
fue presentada en la redacción que el periódico añejo tenía
en la barriada de El Morro.
Desde el primer momento mostró un desparpajo que rayaba en
la insolencia y en bastantes ocasiones le hacía una higa a
la buena educación. Cada dos por tres se ponía en jarras y
voceaba improperios porque las cosas no salían como ella
deseaba.
No escatimaba ni recursos ni momentos para dejar bien claro
que a ella nadie le llevaba la contraria, y pobre de quien
osara hacerlo. Bajaba la escalera de caracol que unía las
dos plantas del edificio con aires tan suficientes como para
eludirla.
Elisa Beni se dirigió a mí un día con tan malos modos que
tuve que pararla en seco. Tirarle de las riendas de su
autoridad desbocada, hasta el punto de que entró en una fase
de histerismo muy próxima al paroxismo. Y todo porque siendo
yo colaborador del medio a palo seco, es decir, sin
contraprestación alguna, quiso darme órdenes que no casaban
con mi posición en el periódico.
A partir de ese momento, en el cual la directora más joven
de un periódico español perdió los papeles ante ciertas
respuestas no esperadas y que se había ganado con creces,
nuestras relaciones fueron mejorando y acabé, todo hay que
decirlo, manteniendo buen son con ella.
Cuando el ministro Corcuera, por poner un ejemplo, viajo a
Ceuta para inaugurar el edificio de la Policía Nacional en
la plaza de Colón, se sirvió un vino español en el Hotel La
Muralla y nunca he dejado de recordar cómo durante el acto
estuvo EB de incisiva con Antonio Rosino –Comisario-
en asunto que desembocó en una anécdota que suelo yo contar
a según qué personas.
A EB le gustaban mucho los chismes, las habladurías, el
comadreo y, por supuesto, los rumores. Periodismo que puso
en práctica cuando lo ejerció en Almería. También disfrutaba
de lo lindo con los debates donde los contertulios discutían
a voz en cuello. Vamos, donde a cada paso se decían lo de no
le permito a usted que me alce la voz.
Durante cierto tiempo, confieso que le perdí la pista a
Elisa Beni. La periodista que lleva a gala haber sido la
directora más joven de España. Y, claro, me llevé una gran
sorpresa cuando una vez la hallé en una televisión tratando
de imponer sus opiniones y vociferando más que cuando yo la
conocí.
Desde ese día, muchas han sido las veces que la he visto en
La Sexta, en Telecinco y en otras cadenas de televisión.
Pero nunca antes la había disfrutado tanto como ahora. Y es
así porque me encanta ver a EB revolverse en su asiento,
cruzando las piernas más y mejor que Sharon Stone, en
su momento, y dando muestras evidentes de querer comerse
vivo a Francisco Marhuenda: director de ‘La Razón’.
Al director de ‘La Razón’ no sólo le tiene ganas la mujer
del juez Bermúdez, que es Elisa Beni, sino un gentío
enorme. Y no porque sea del PP y amigo íntimo de Rajoy.
Qué va… Lo detestan porque es el clásico tipo que actúa como
un robot para sacar de quicio al más pintado. EB puede
perder la chaveta en cualquier instante con él.
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