El Consejo de Europa ha mostrado
su preocupación por toda una serie de delitos que atentan no
solo a la propia seguridad de la Unión Europea, por el
terrorismo internacional y el control de las fronteras
externas de los países miembros, sino por los abusos y
aberraciones en cuestiones tan graves como la trata de seres
humanos, preferentemente mujeres y niños, en la nueva
modalidad de esclavitud como las migraciones y su
explotación sexual o laboral, o el tráfico de órganos. Un
panorama sombrío, espeluznante y que ha encendido todas las
alarmas en cuanto a su control y legislación normativa para
su erradicación.
El crimen internacional es un asunto de máxima actualidad,
ya que el yihadismo y las actuaciones de radicales
islamistas en Siria u otros países, constituyen una amenaza
muy seria como también lo son las mafias transfronterizas
que actúan sobre mujeres y menores a quienes explotan
sexualmente o sometiéndolos en la nueva forma de esclavitud
a los emigrantes, mediante un tráfico ilícito, a la
explotación laboral cuando no a la economía sumergida.
Todas estas modalidades expuestas en un foro como el Consejo
de Europa adquieren una relevancia y dimensión que
trasciende fronteras y constituye una preocupación
creciente. Los Estados miembros se muestran sensibles a todo
un conjunto de situaciones y delitos internacionales, que
requieren de una coordinación adecuada y una normativa
unitaria que ponga coto a tantos abusos. La sensibilidad de
la Unión Europea en este sentido es un síntoma de eficiente
planteamiento. En una Europa sin fronteras y con
problemáticas e intereses comunes, no tienen cabida delitos
que atentan a la integridad de los propios países miembros.
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