Hace muchos años, pero muchos,
varias familias decidieron instalar unas tiendas de campaña
en la plaza de África para pasar la noche tras haber estado
el día reclamando una vivienda de protección oficial frente
al edificio municipal y volver a las andadas al siguiente.
Habiendo intervenido la Policía, al otro día solo quedaba un
ceutí de religión musulmana como único protestante a la vera
de un parterre. Caminaba yo hacia la nave donde se editaba
el Periódico de Ceuta, como era habitual en mí, cuando me
topé con el último superviviente de aquella reivindicación
El hombre había soportado estoicamente todas la presiones
habidas y por haber para que abandonara el lugar. Pero se
mantuvo en sus trece. Y a mí, que sabía de qué iba la cosa,
me tenía atónito la capacidad de aguantar de aquella
persona, de resistir lo que había resistido con tal de que
sus hijos -eran varios- tuvieran acceso a una vivienda
digna. Y me acerqué para que me diera su versión de los
hechos.
Las tres de la tarde marcaba ya el reloj municipal, cuando
un agente de la Policía Local, que estaba apostado a corta
distancia, cumpliendo órdenes, se nos acercó haciendo uso de
maneras poco apropiadas para evitar que pudiésemos charlar.
Aunque el ceutí, de religión musulmana, ya me había puesto
al tanto del principal problema que tenía para que se le
incluyera entre los afortunados a hacerse con una vivienda
protegida.
Entre el agente de la autoridad y el ceutí, de religión
musulmana, se suscitó un intercambio de palabras. Las que
nunca fueron ni desagradables ni mucho menos ofensivas por
parte de la persona que ardía en deseos de poder hacerse con
una vivienda de protección oficial.
No obstante, acabó siendo acusado de resistencia a la
autoridad y allá que se lo llevaron detenido. Debo decir
cuanto antes que llegué a la nave donde se editaba mi
periódico con las pulsaciones subidas de tono y la tensión
desbocada. Por mor de una injusticia tan detestada siempre
por mí.
Escribí un artículo del hecho que se publicó al día
siguiente. Lo cual me convirtió en testigo de lo ocurrido.
Tuve presiones para que cambiara mi versión de lo sucedido.
Pero dije que nones y el día previsto para el juicio acudí y
declaré lo que correspondía.
El fiscal de aquel juicio era, si la memoria no me falla,
una abogada: María Dolores Linares; que estaba
sustituyendo al titular. Y ésta, atendiendo solamente a lo
que decía el policía, pedía para el ceutí, de religión
musulmana, condena de no sé qué y no sé cuanto… El juez, sin
embargo, impartió justicia y el hombre salió ileso del
trance.
El ceutí, de religión musulmana, lo único que reclamaba era
un piso de protección oficial sin tener que pagar el
impuesto revolucionario que, en aquel tiempo, se exigía tras
una reunión acordada con el peticionario en una cafetería de
la plaza de África. Por parte de alguien conocido.
El concejal de Economía y Hacienda, entonces, era Juan
Luis Aróstegui. Debido a que su partido, el PSPC,
gobernaba coligado con el PSOE y CDS. Aróstegui, amén de ser
muy amigo de la fiscal, daba muestras evidentes a cada paso
de detestar a los ceutíes de religión musulmana. Lo cual, en
aquellos años, era más inhumano que peligroso. Aróstegui ha
evolucionado. Como debe ser. Y hay que felicitarle. Aunque
su evolución la está usando para satisfacer sus intereses
políticos. Cuidado con él.
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