La postura de alguna formación
política en materia de seguridad y sus comportamientos,
dejan no pocas dudas acerca de su verdadera concepción sobre
el papel que juegan en la democracia los Cuerpos y Fuerzas
de Seguridad del Estado, especialmente en zonas donde son
apedreados o donde se les tienden emboscadas. Nada nuevo
bajo el sol, como bien sabemos, en determinados lugares
periféricos, donde se les ve como enemigos de un sistema de
valores devaluado y de unas conductas delictivas. Así se
explica que, tras la brillante redada de yihadistas,
“alguien” promoviera una manifestación “espontánea” que
podía ser cualquier cosa menos espontánea, como bien señaló
el delegado del Gobierno.
Ahora, con ocasión de la intervención policial en la playa
del Tarajal para detener al delincuente común más peligroso
de la actualidad, el llamado “Lubia”, se produjo un episodio
lamentable de apedreamiento a los policías, quienes han
merecido la felicitación del sindicato Unión Federal de la
Policía y de muchísimos vecinos, amantes de la paz y el
orden, una situación de convivencia que ampara la
Constitución y se merecen por vivir en un Estado de Derecho.
Quienes en situaciones de conflicto con intervención de la
policía ponen sobre la mesa los votos en vez de otros
valores más esenciales, demuestran que están más cerca del
mercadeo electoralista, de su idea de perpetuarse en la
política, que en la defensa de la legítima opción de vivir
en concordia, con tranquilidad y sientiéndose seguros. La
presencia de pistoleros, de peligrosos delincuentes comunes,
de terroristas, hay que erradicarla con o sin partidos
políticos, con o sin políticos y con o sin votos. El sistema
no puede detenerse ante intereses personales o egoísmos
hipócritas.
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