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OPINIÓN - JUEVES, 4 DE JULIO DE 2013

 
OPINIÓN / ANALISIS

El ego desmesurado

Por Ramiro T.


El ego desmesurado lleva a la envidia desmesurada, y la envidia desmesurada lleva al odio sin medida. No lo curan los años. Se manifiesta cuando cualquier movimiento alrededor se interpreta como un ataque o como una amenaza. A veces surge como la forma más tormentosa de defensa propia, y adopta el aire de la deslealtad sin paliativos. Quien lo practica considera en ese momento que se está comportando así porque es un sujeto digno, respetuoso con su propia responsabilidad. Él es justo. Probablemente el más justo.

El ego desmesurado no tiene límite. Descuida el recuerdo, actúa sin tener en cuenta la propia historia, desdeñando también la historia ajena, de modo que desdeña lo que hizo mal y olvida lo bueno que recibió de otros. En ese momento no ve, en su hoja de servicios, sino cualidades positivas, está feliz de haberse conocido y lo que le extraña es que no le reconozcan los beneficios que esparce. En medio de la tormenta generada por el ego desmesurado, el que lo padece actúa como el llanero solitario o como el que asume que ya está solo ante el peligro. Mira alrededor y dice: “Pero ¿no saben quién soy?”. En un momento de su exabrupto desenfundará y les recordará a todos que él es único de su clase que lo hace bien, y dictará lecciones públicas. Antes habrá lanzado en privado sus indirectas, pero cuando vislumbra que esos avisos no bastan se sube a la silla, para advertir. Después de decir eso tan coloquial, “me van a oír”, en efecto se deja oír. Se deja oír para armarla, y ya cuando alrededor regurgitan sobre lo que ha dicho, él se sienta hacia atrás en su asiento: “Se han enterado”.

El presidente Vivas es uno de los que lleva tiempo teniendo episodios bastante naturales de este tipo de afecciones del ego. Se ha convertido en un hombre que se defiende atacando, a este periódico, por ejemplo, desde la perspectiva de su propia razón. El otro, en este caso ‘El Pueblo’, no tiene razón, ni información, es además insidioso, “esta gente tiene que estar a mi cargo, se estan equivocando, lo están haciendo mal, y aquí estoy yo para decirles cómo hay que hacerlo”. Se van a enterar ...”. Y efectivamente la arma.

Pero, ¿acaba ahí el efecto desmesurado del ego? No, el ego es una huella similar a la del colesterol: si no haces ejercicio, aumenta, y en este caso no se trata de hacer gimnasia física tan solo, se trata de oxigenar la mente para que en esta entren miligramos de autocrítica, concepto del que el presidente Vivas carece en la actualidad. Su ego parece no tener cura, y se vislumbra un nuevo episodio en el puede armarla muy gorda y arrastrar a todos los que están a su lado. A aquellos a los que él, en el fondo y sentado como en un saloon, considera inservibles. No lo dice públicamente pero lo tiene escrito en una libretita que en cualquier momento sacará de su armario ropero. Solo hay que esperar.

Cuando un presidente decide amontonar la ropa sucia en casa, la porquería termina saltando por la ventana con estruendo, ensuciando de forma irreparable a todos. El ego desmesurado que le está afectando, hace que Vivas olvide que la cuña que ahora él martillea era de su propia madera.
 

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