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OPINIÓN - JUEVES, 4 DE JULIO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Torpeza
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Ayer por la mañana me reuní con una persona con la que tenía que hablar de algo que nos compete. Y, tras los cambios de impresiones correspondientes al caso que nos ocupa, le hice ver, una vez más, que hay individuos que son traidores por naturaleza.

Tipos ingratos, viles, infames, que suelen dárselas de cabales cuando no dejan de ser más falso que Judas. Que es la comparación más acertada que uno puede hacer de quienes viven de la mentira por sistema.

Vivir de la mentira es tarea que exige tener una cabeza amueblada. De no ser así, más pronto que tarde quien se atreva a contar trola, tras trola, será descubierto y acabará siendo reo del descrédito. Desgraciadamente, le digo a mi interlocutor, que la política sí es ese quehacer sucio y mediocre que cree tanta gente que sirve a los pillos para enriquecerse y a los vagos para sobrevivir sin hacer nada.

Mario Vargas Llosa, galardonado con el premio Convivencia de Ceuta, decía días atrás en su última ‘Piedra de Toque’, que la política es una actividad que puede mejorar la vida, reemplazar el fanatismo por la tolerancia, el odio por la solidaridad, la injusticia por la justicia, el egoísmo por el bien común y que hay políticos que dejan el mundo, el país, mucho mejor de lo que lo encontraron.

Menos mal que no le dio por acordarse de nuestro alcalde. De haber sido así, habría dado más grande petardo que Casillas en Maracaná. Que es ejemplo tan socorrido como hecho a la medida para que se me tache de redoblar el tambor sin ningún tipo de miramiento.

Nuestro alcalde ha dado en la manía de atentar continuamente contra quienes no debe. Tal vez porque su gran amistad con el líder de la coalición Caballas le está haciendo desvariar. Perder la chaveta. Desnortarse. Y, perdida la personalidad, solo le queda ir dando palos de ciego. Y llegará un momento en el cual se ahorque con su misma soga.

Nuestro alcalde lleva muchos años sentado en el sillón del poder omnímodo. Rodeado de un clientelismo que lo adula por sistema y que le susurra halagos que lo ponen en trance a cada paso. Con lo cual se pasa los días viviendo en otro mundo. Está, como decía no ha mucho un político de Algeciras, caprichoso, antojoso, extravagante, arbitrario, ridículo…

Hecho un Nerón de la cosa y del cual hay que hacerse a la idea de que todos los ciudadanos dependemos de cómo se eche abajo de la cama. El problema es que hay ciudadanos a los que incluso trata de cebarse con ellos hasta cuando tiene un día bueno. Y entre esos ciudadanos nos podemos contar nosotros. Los que hacemos este periódico.

Ahora bien, a lo mejor se me ocurre contarle cualquier día a nuestro alcalde lo que ideé yo contra un presidente de un club de fútbol que se comportaba conmigo de la misma manera que él lo está haciendo con este medio. Y cuando lo haga, tras pedir la venia a quien debo, seguramente entenderá los porqués ha de dejarse ya de inventarse maldades para demostrar que es más importante que el inventor de la penicilina.

El inventor de la penicilina, mi admirado Alexander Fleming, está muerto. Y nuestro alcalde, por más que se crea que es el centro del universo, cualquier día la diña y se le pone color de cirio. Que es el fin que nos espera a todo. Pero nuestro alcalde parece que no se entera. Que es signo evidente de torpeza. Con su pan se lo coma.
 

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