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OPINIÓN - MARTES, 2 DE JULIO DE 2013

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Cuando el interés general sólo es
un disfraz para la voluntad propia

Por Ramiro T.


El interés general es lo que Tomás de Aquino llamaba el bien común. Lo que antes de la Revolución Francesa se conocía como utilidad pública… ¿Habrá leído Aróstegui a Tomás de Aquino? Tampoco es necesario haber estudiado mucho para entender qué es el interés general, pero alguien tendría que explicarle a Aróstegui que no significa la suma de los intereses de los negocios de sus amigos (amigos o pagadores generosos, no sé). Esto último es, y cualquiera puede entenderlo, un insulto a los ciudadanos, una forma más en la que se revela la total falta de decencia, moral e integridad del diputado de Caballas.

Es más, lo que éste trilero de tres al cuarto, y sus garrapatas llaman interés general no sólo está pensado para favorecer a unos pocos sino que se hace en detrimento de la mayoría. Es decir, señores, es exactamente lo contrario al interés general (por favor, que alguien le reenvíe esta observación tan fina a Juan Luis Aróstegui).

En este sentido, el diputado de Caballas, ese teórico defensor de causas nobles, intentó arremeter de nuevo yaer contra este medio de comunicación, queriendo sembrar la duda sobre la licencia de apertura de la rotativa de ‘El Pueblo’. Un medio que, para ser tan insignificante y con tan escasa venta como él dice, le obsesiona demasiado.

La gran mentira de Juan Luis Aróstegui es que cuando dice defender intereses generales lo hace de los suyos propios o de sus amigos y afines, como sucedió en los años 90 con su terrorífica campaña para que no se implantara Continente en Ceuta, cuando ahora clama por la llegada de marca internacionales.

O como cuando silenció, hace un año, el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) del medio escrito en el que colabora y que aun se encuentran en los juzgados. Incluso siendo secretario general de CCOO, no defendió los derechos de los trabajadores y le importó poco que aumentarán las listas del paro, ese paro que él defiende tanto y que pone sobre la mesa cada vez que le apetece, aunque él sea un pluriempleado. O como ocurrió cuando mostró silencio en la conducta de Laarbi Mateis cuando insultó y agredió a los profesores del “Siete Colinas”, y siendo además presidente de la Junta de Personal Docente, dejó ‘tirados’ a los docentes por un puñado de votos. O al igual que hizo recientemente cuando se produjo la mayor operación antiterroristas con la detención de ocho yihadistas en El Príncipe, mostrando un “silencio cómplice” como insinuó el delegado del Gobierno.

Una muestra que todos sus planteamientos no van dirigidos al interés general sino a sus propios intereses y de quienes le rodean. Y ahora, como es obsesivo con este periódico, no contento con haber interferido en el frustrado contrato de publicidad institucional, arremete contra la licencia de apertura del local de nuestra rotativa, “haciéndole el caldo gordo” a la empresa en cuyo periódico escribe, equivocando sus diatribas porque debería estar mejor informado y cerciorarse que se cumplen todos los requisitos legales, aunque un defensor del empleo como él, poco le importa perjudicar a una empresa y, menos, el futuro que corran sus trabajadores.

Estas son las dobles caras de Juan Luis Aróstegui: un dechado de contradicciones, un individuo que hace de la farsa su instrumento de ataque y que, cada día engaña a menos personas en este pueblo en el que nos conocemos todos. Juan Luis Aróstegui hace tiempo que renunció a apoyar la industria de Ceuta ni a los trabajadores. Sus ideales no existen y utiliza una “careta” para esconder sus fobias, sus obsesiones y los intereses de quienes le sirven.

Quien se erige en demócrata de toda la vida no deja de ser un dictadorzuelo que quiere ejercer de justiciero aunque su conducta le delata como un empedernido farsante, que quiere hacerse valer por sus amenazas y sus discursos demagógicos con métodos insultantes para aderezar una verborrea caduca e insulsa.

Juan Luis Aróstegui es una gran mentira en sí mismo y el electorado así lo ha ratificado, lecciones tras elecciones. Su última farsa ha sido “colarse” por la puerta de atrás, “enganchado” a Unión Demócrata Ceutí para hacerse con un escaño. Un pobre artilugio para lograr lo que era incapaz de hacer por sus propios méritos. La penúltima farsa de Aróstegui. Así es su línea de conducta. Pura contradicción y engaño.

¿Qué es el interés general? Lo voy a explicar de manera sencilla para que pueda entenderlo hasta éste político que pulula por el ayuntamiento creyéndose que ahora, por fin, es alguien. De interés general sería que dejáramos de financiar partidos políticos, que todos sus cargos se redujeran el sueldo y que usted señor Aróstegui fuera desterrado a la isla del Príncipe Eduardo. Eso sería de interés general.
 

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