El interés general es lo que Tomás de Aquino llamaba el bien
común. Lo que antes de la Revolución Francesa se conocía
como utilidad pública… ¿Habrá leído Aróstegui a Tomás de
Aquino? Tampoco es necesario haber estudiado mucho para
entender qué es el interés general, pero alguien tendría que
explicarle a Aróstegui que no significa la suma de los
intereses de los negocios de sus amigos (amigos o pagadores
generosos, no sé). Esto último es, y cualquiera puede
entenderlo, un insulto a los ciudadanos, una forma más en la
que se revela la total falta de decencia, moral e integridad
del diputado de Caballas.
Es más, lo que éste trilero de tres al cuarto, y sus
garrapatas llaman interés general no sólo está pensado para
favorecer a unos pocos sino que se hace en detrimento de la
mayoría. Es decir, señores, es exactamente lo contrario al
interés general (por favor, que alguien le reenvíe esta
observación tan fina a Juan Luis Aróstegui).
En este sentido, el diputado de Caballas, ese teórico
defensor de causas nobles, intentó arremeter de nuevo yaer
contra este medio de comunicación, queriendo sembrar la duda
sobre la licencia de apertura de la rotativa de ‘El Pueblo’.
Un medio que, para ser tan insignificante y con tan escasa
venta como él dice, le obsesiona demasiado.
La gran mentira de Juan Luis Aróstegui es que cuando dice
defender intereses generales lo hace de los suyos propios o
de sus amigos y afines, como sucedió en los años 90 con su
terrorífica campaña para que no se implantara Continente en
Ceuta, cuando ahora clama por la llegada de marca
internacionales.
O como cuando silenció, hace un año, el Expediente de
Regulación de Empleo (ERE) del medio escrito en el que
colabora y que aun se encuentran en los juzgados. Incluso
siendo secretario general de CCOO, no defendió los derechos
de los trabajadores y le importó poco que aumentarán las
listas del paro, ese paro que él defiende tanto y que pone
sobre la mesa cada vez que le apetece, aunque él sea un
pluriempleado. O como ocurrió cuando mostró silencio en la
conducta de Laarbi Mateis cuando insultó y agredió a los
profesores del “Siete Colinas”, y siendo además presidente
de la Junta de Personal Docente, dejó ‘tirados’ a los
docentes por un puñado de votos. O al igual que hizo
recientemente cuando se produjo la mayor operación
antiterroristas con la detención de ocho yihadistas en El
Príncipe, mostrando un “silencio cómplice” como insinuó el
delegado del Gobierno.
Una muestra que todos sus planteamientos no van dirigidos al
interés general sino a sus propios intereses y de quienes le
rodean. Y ahora, como es obsesivo con este periódico, no
contento con haber interferido en el frustrado contrato de
publicidad institucional, arremete contra la licencia de
apertura del local de nuestra rotativa, “haciéndole el caldo
gordo” a la empresa en cuyo periódico escribe, equivocando
sus diatribas porque debería estar mejor informado y
cerciorarse que se cumplen todos los requisitos legales,
aunque un defensor del empleo como él, poco le importa
perjudicar a una empresa y, menos, el futuro que corran sus
trabajadores.
Estas son las dobles caras de Juan Luis Aróstegui: un
dechado de contradicciones, un individuo que hace de la
farsa su instrumento de ataque y que, cada día engaña a
menos personas en este pueblo en el que nos conocemos todos.
Juan Luis Aróstegui hace tiempo que renunció a apoyar la
industria de Ceuta ni a los trabajadores. Sus ideales no
existen y utiliza una “careta” para esconder sus fobias, sus
obsesiones y los intereses de quienes le sirven.
Quien se erige en demócrata de toda la vida no deja de ser
un dictadorzuelo que quiere ejercer de justiciero aunque su
conducta le delata como un empedernido farsante, que quiere
hacerse valer por sus amenazas y sus discursos demagógicos
con métodos insultantes para aderezar una verborrea caduca e
insulsa.
Juan Luis Aróstegui es una gran mentira en sí mismo y el
electorado así lo ha ratificado, lecciones tras elecciones.
Su última farsa ha sido “colarse” por la puerta de atrás,
“enganchado” a Unión Demócrata Ceutí para hacerse con un
escaño. Un pobre artilugio para lograr lo que era incapaz de
hacer por sus propios méritos. La penúltima farsa de
Aróstegui. Así es su línea de conducta. Pura contradicción y
engaño.
¿Qué es el interés general? Lo voy a explicar de manera
sencilla para que pueda entenderlo hasta éste político que
pulula por el ayuntamiento creyéndose que ahora, por fin, es
alguien. De interés general sería que dejáramos de financiar
partidos políticos, que todos sus cargos se redujeran el
sueldo y que usted señor Aróstegui fuera desterrado a la
isla del Príncipe Eduardo. Eso sería de interés general.
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