Desde hace ya bastantes meses, una
telenovela, por capítulos, ha venido concitando el interés
de los españoles. Con éxito de prensa y público que para sí
lo quisieran las productoras venezolanas del género o
cualquier otra perteneciente a algún pueblo americano de
habla hispana. La trama de la telenovela, divulgada por
todos los medios de comunicación, tanto escritos como orales
y audiovisuales, consiste en que una pareja guapa y famosa
está siendo perseguida con saña por un portugués malvado,
repleto de envidias y rencores y atiborrado de animadversión
hacia un muchacho natural de Móstoles y una chica a la que
nacieron en un pueblo de Toledo: Corral de Almaguer. La cual
responde al nombre de Sara Carbonero.
El muchacho es portero de fútbol. Y ella periodista. Y los
dos enamoraron al mundo romántico cuando el deportista
decidió con las cámaras de por medio y en directo besar
apasionadamente a la reportera en la zona dedicada a
entrevistas tras los partidos. A partir de ese momento, los
linces de la comunicación vieron un chollo para ganar dinero
y convencieron a los tortolitos de que el mundo mundial
estaba a sus pies y que bien contada la relación sería un
manantial de dinero. Y ambos aceptaron la propuesta. La cual
incluía que ciertos periodistas estuviesen al tanto de
cuanto sucedía en el seno interno de una plantilla –madridista-
donde mandaba un Viriato al que convenía crucificar por
haberse arrogado facultades de caudillo.
El muchacho de Móstoles, llamado Casillas y por
sobrenombre “El santo”, era ya un mito para la tribu
mediática, dirigida por Alfredo Relaño, director del
Diario AS. Una leyenda a la que se le adjudicaba cualidades
y hechos que no se correspondían con la verdad. Y tantas
alabanzas fueron haciendo de él un personaje engreído y a
quien le pudo la holgazanería y el querer jugar con el
mínimo esfuerzo. Y se hizo con un trasero calcado al que
luce un político tan reputado como Javier Arenas.
Ante semejante actitud, Viriato –Mourinho- decidió
tomar cartas en un asunto que atentaba contra las
aspiraciones deportivas del mejor equipo del mundo. Y se
armó la marimorena. Viriato –Mourinho- sentó en el banquillo
a Casillas y luego, tras una lesión y su posterior
recuperación, decidió que no estaba en condiciones de jugar.
Y los capítulos de la telenovela fueron generando un
desorbitado interés. Ya que se sucedían las intrigas, los
chivatazos, las puñaladas traperas, y los periodistas en
general – perdón: salvo algunos versos sueltos- clamaban
contra ese portugués bocaza, desalmado, intransigente,
bravucón, etcétera, que trataba de hundir en la miseria al
mejor portero del mundo. ¡Qué osadía!...
Los capítulos de la telenovela fueron ganando en emoción y
el muchacho de Móstoles y la chica toledana fueron
desagraviados por lo más encopetado de una España donde se
gritaban maldades contra un portugués que se había atrevido
a poner en duda los valores de una pareja ideal. Y a mí me
fue posible comprobar que los fanáticos pueden ser a menudo
gente más agradable que razonable y equilibrada.
La telenovela, en su penúltimo capítulo, recreó los llantos
y lamentos del mito ante las injusticias sufridas. Por ser
género cuya principal característica es contar desde una
perspectiva básica melodramática una historia de amor. El
último capítulo, en cambio, ha tratado del petardo que ha
pegado “El santo” en Maracaná. Donde Dios se hizo Neymar.
Y puso a la pareja en su sitio.
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