Hoy, domingo, cuando escribo, su
nombre ha vuelto a sonar con fuerza, porque se ha convertido
en Premio. Todo un reconocimiento por haber promovido las
políticas socialistas a favor de la igualdad para lesbianas,
gais, transexuales y bisexuales, las minorías étnicas o las
personas con discapacidad, impulsando la creación de grupos
sectoriales pioneros en la política española y europea.
María del Carmen Cerdeira, cuando falta nada y menos
para que se cumplan seis años de su muerte, ocurrida el 2 de
agosto de 2007, ha acaparado la actualidad madrileña. Ya que
el Primer Premio que lleva su nombre lo va a recibir José
Luis Rodríguez Zapatero. Por su defensa de la igualdad
al regular el derecho al matrimonio entre personas del mismo
sexo.
El acontecimiento, que lo es en todos los sentidos, viene a
premiar la vida política de una mujer cuyos merecimientos
fueron muchos y que estuvo en posesión de una personalidad
que no necesitaba de alardes de ningún tipo para que luciera
siempre acorde con las situaciones.
La conocí siendo concejal del Ayuntamiento. Era ya abogada y
gozaba de un atractivo que invitaba a charlar con ella de
cuanto se encartara. Aparentaba fragilidad física, pero en
aquel cuerpo grácil, amén de voluntad, espíritu de
sacrificio y sentido del deber, se daban cita también su
rebeldía, su independencia solitaria, y sobre todo su
ternura tan escondida. Y, desde luego, irradiaba fuerza y un
afán de aprender casi enfermizo.
Debo reconocer que mi amistad con Carmen fue generándose sin
prisa pero sin pausa. Las pocas veces que coincidíamos
hablábamos lo justo y si lo hacíamos sobre la pertenencia a
un partido ella me solía decir que no me veía, por mi manera
de ser, militando en ninguno.
De sonrisa fácil y siempre luminosa, quizá para conjurar los
cimientos del mal bajío, que bien podía ella vislumbrar en
momentos de incertidumbres, comenzó a preocuparse por la
vida de los más desfavorecidos. De quienes habían venido a
este mundo a tener que disimular sus deseos por el qué
dirán.
Ese que dirán al que Carmen le dio bien pronto un regate de
diva contra los prejuicios tan arraigados en una sociedad
que procedía de un vivir pacato y donde la murmuración y
cogérsela con un papel de fumar tenían asentadas sus
posaderas.
Fue en 1995, siendo ella delegada del Gobierno, cuando más
veces pudimos charlar. Y tuve la suerte de que me
distinguiera con llamarme en cuanto visitaba Ceuta una
personalidad para que yo la entrevistara. Así pude hacerle
una a la encantadora Carmen Romero. Que no pocas
veces he distinguido como mujer de aquí te espero.
En aquella ocasión, me fue posible descubrir cómo CC era
capaz de echar mano de su ironía para quitarle hierro a
cualquier asunto. Y es que la Cerdeira, como solían
nominarla quienes hablaban de ella sin conocerla, ganaba
muchos enteros en las distancias cortas. Cierto es que mis
relaciones con ella no fueron siempre agradables. Ya que fui
yo el primero que escribió acerca de que podría producirse
una rebelión de los inmigrantes refugiados en los bajos de
las Murallas Reales del Ángulo. Y hubo asesores que nos
indispusieron. Pero pronto surgió la reacción de ella, como
mujer inteligente que era, y acabó con el problema.
En fin, que Rodríguez Zapatero ha sido el primer ganador del
Premio que lleva nombre de mujer: de una gran mujer ceutí.
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