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OPINIÓN - DOMINGO, 30 DE JUNIO DE 2013

 
OPINIÓN

Chila, una gata callejera

Por Patricia Gardeu


Chila lleva casi dos años y medio en casa, los mismos, prácticamente, que yo en Ceuta. Chila es ceutí y era una gata callejera. Cuanto tenía un año, los de ‘Veterinario Reinoso’ le practicaron un aborto y la esterilizaron de manera altruista. El postparto se complicó y les dio pena volver a dejarla en la calle. Yo fui a hacer un reportaje y me pidieron que en el periódico pusiéramos que buscaba familia. Era complicado, porque la gente, si adopta, sólo quiere bebés. Así llegó Chila a casa. Desde entonces me enseña cada día. Ella sabe aprovechar el momento y busca siempre los resquicios de sol que entran por la ventana para tumbarse y calentarse. Consecuencia de su etapa callejera, es ansiosa con la comida, y la pide con ímpetu cuando llego a casa. No le importa que tenga jornadas laborales inmensamente largas, cuando llego se me sube a la barriga y se pone a ronronear. No quiere que la toques demasiado, pero le gusta sentirte cerca, sentirse querida.

Yo protejo a Chila y ella me protege a mí. Una suerte que no tienen los gatos callejeros. En la mayoría de las ciudades civilizadas, el Gobierno local lleva a cabo campañas de castración y control de colonias de gatos callejeros, acciones que se han pedido de manera reiterada a la Consejería de Sanidad y Consumo, tanto por parte de ciudadanos como desde la Protectora de Animales. Desde la Ciudad sólo hablan de un reglamento de Protección Animal, “muy proteccionista”, que nunca llega. Se alcanza el extremo cuando, amparados en un foco de rabia, la Ciudad emprende una caza de gatos en la ciudad.

La rabia es algo muy grave, pero en ninguna localidad de la península han sacrificado a los animales sanos como medida preventiva. Se han emprendido acciones como la de mantener en cuarentena a los animales que habían mantenido contacto con el perro infectado. En Ceuta no. En la ciudad autónoma se llevaron a cabo sacrificios indiscriminados. Los veterinarios fueron testigos de ello. Desde la Protectora de Animales se denunció que se estaban sacrificando no sólo animales sanos, sino incluso gatos que la Protectora, de manera voluntaria, había esterilizado, cubriendo de este modo una labor que no realiza la Ciudad, la de controlar y esterilizar a las colonias felinas.

En Ceuta hay gente que se ha preocupado y se preocupa mucho por cuidar a los gatos callejeros, como Juan Tuset o Gabriela Larrea, desde la Protectora, que eran los únicos que velaban por mantener sanos a los felinos. O como esa adolescente que se pasea por la calle Independencia dándole comida y antibióticos a una gata callejera rubia, o como esa señora que llegó un día al periódico cargada de recortes de revista en los que se describía la necesidad de una esterilización felina promovida por las autoridades, o como esos muchos ceutíes, perseguidos por la Policía por cometer el delito de alimentar y dar de beber a seres indefensos que no cuentan ni con el calor de un hogar ni con la protección de una administración civilizada.

Pero, desafortunadamente, también hay mucha gente insensible que tiene la desfachatez de protestar porque hay “demasiados” gatos merodeando por la ciudad, en lugar de señalar a quienes no velan por su defensa. España en general, pero Ceuta de manera muy concreta, tiene mucho que aprender de esa Europa en la que se vela por la protección animal con el mismo ímpetu con el que se defienden otras causas. Quien tiene en casa animales, aprende de ellos a cada momento y no sería más que repetir, la de veces que los especialistas recomiendan que los niños crezcan amando y relacionándose con animales.

Hace unas semanas, estuvo en Ceuta dando un curso la escritora Espido Freire. Estuvimos hablando de gatos. La escritora, amante visible de la defensa de los derechos de los animales, sostenía: “Ni siquiera vamos a entrar en el tema animal, sino en el de la sensatez. En el momento en el que los gatos desaparecen, las ratas y alimañas aparecen. Debe existir un control de la población de gatos callejeros, con una campaña de identificación y esterilización, como se ha llevado a cabo en multitud de sitios, lo que permitiría el control de las colonias y evitaríamos el abandono de crías. Eso permitiría controlar la reproducción y evitar posibles molestias, además de mantener las medidas higiénicas. En muchas ciudades existe un interés de según qué protectoras que cobran por animal muerto y las protectoras auténticas se encuentran con que animales en los que han invertido cariño, tiempo y dinero, los matan, y eso no crea buen karma ni es agradable”.

Termino con una historia real. Hace unos años, cuando era estudiante, llegué a casa con un par de cachorros, cuya madre acababa de morir atropellada. Uno de ellos, Rufo, cayó al agua. Aparentemente había salido ileso del ’baño’. No sabíamos que sus pulmones estaban llenos de agua. Cuando volvimos a casa, su hermano, Miró, lloraba incesante intentando llamar la atención. Lo encontramos abrazado al hermano que había caído al agua, intentando darle calor. Rufo estaba inmóvil, aparentemente muerto. Lo llevamos al veterinario de urgencia, que nos dijo que era difícil que sobreviviera a causa del agua que había tragado. Si está vivo aún, nos dijo, es porque su hermano no ha dejado de darle calor. Milagrosamente, Rufo sobrevivió y no se separó ya nunca de su hermano, Miró, su salvador. Crecieron los dos juntos, corriendo por el jardín. Hasta que un día Miró, el salvador, apareció muerto. Nunca pudimos probar lo que parecía obvio, un vecino lanzó al animal a una verja tras la que vivían siete perros que acabaron con el gato en cuestión de segundos.

Las personas malas, pese a que a algunos nos cueste creerlo, están siempre acechantes para hacer daño sin más impulso que el del propio mal. Espido Freire tenía razón al decir: “Mis gatas me han permitido darme cuenta de que el amor incondicional no lo merecen todos los humanos”. Es cierto, los gatos nos enseñan que no todas las personas merecen ser amadas. Ellos, los animales, sin embargo, están ahí, en el portal de casa, pidiéndonos amor, pidiéndonos respeto y protección. Y depende de nosotros dárselo, porque estos gatos callejeros no pueden defenderse solos.
 

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