"Chuia, chuia” (despacio,
despacio). O como diríamos en mi añorada tierrina
asturgalaica, “vamos indo”. Con ser de gran importancia la
reciente y parcial desarticulación, el 21 de junio en Ceuta,
de la red transfronteriza hispano-marroquí vinculada con la
organización terrorista Al Qaïda, que ya había enviado
decenas de “yihadistas” de la región a la guerra civil que
está ensangrentado Siria, acción llevada a cabo en un
brillante y coordinado operativo por la Guardia Civil, el
Cuerpo Nacional de Policía y el CNI, la clave de bóveda no
estaría en la deriva terrorista en sí, si no en la
continuada labor de adoctrinamiento y radicalización
islamista que sufre una buena parte de la comunidad
musulmana de la ciudad (sobre 50.000 personas a la baja, es
decir más de la mitad ya de la población total), substrato
ideológico previo sobre el que florece y medra el terrorismo
islamista cuyas raíces vienen creciendo desde hace al menos
veinte años en Ceuta. Siendo esta una hipótesis de trabajo
que, lamentablemente y los últimos acontecimientos han ido
conformando, va abriéndose paso tozudamente como eventual
tesis desde principios de la década actual.
Es decir, la deriva ideológica religioso-radical de Ceuta y
Melilla (más particularmente en la primera), hace que ambas
ciudades presuntamente “Autónomas” vayan pasando
progresivamente de ser entidades con mayoría de población
musulmana, a ciudades en creciente proceso de islamización.
Y entiéndame el matiz: “musulmán” no es lo mismo que
“islamista”, pues el islamismo lleva anexa una carga
política habitualmente radical, además de que las primeras
víctimas del terrorismo yihadista son los mismos musulmanes.
YAl respecto entiendo que en Ceuta y en lo que a
islamización radical se refiere, bien pudiera haberse
cruzado lo que en aviación se llama “punto de no retorno”,
ante lo cual no cabe más opción que seguir “de frente y por
derecho”. Esta es mi opinión, sujeta por otro lado a la
evolución de los hechos. Puro empirismo.
Por lo demás y en el operativo que nos ocupa (nada que ver
ni en el fondo ni en las formas con las operaciones “Tigris”,
de junio del 2005 o “Duna”, en diciembre de 2006), son
varias las circunstancias concurrentes que dan un perfil
específico a la “yihad” en Siria.
De entrada y al contrario que el “yihadismo” estigmatizado
como puro y duro terrorismo de Afganistán, Irak o Mali, en
la guerra civil siria el frente no está suficientemente
delimitado, pues al lado de organizaciones de claro perfil
terrorista que combaten al régimen de El Assad se encuentran
milicias legitimadas por Occidente, es decir Europa y los
Estados Unidos además de países como Turquía, Egipto o
Arabia Saudí. Es decir, a diferencia de Aganistán, Irak o
Mali, un joven y enfervorizado musulmán de ascendencia sunní
inflamado por la “yihad”, constata: primero, que el régimen
filoshiíta de Al Assad protegido por la República Islámica
de Irán y apoyado sobre el terreno por las milicias de la
organización terrorista Hezbuláh, está masacrando a la
población sunní (la rama mayoritaria del Islam); y segundo,
que la rebelión sunní (en la que hay grupos de todo tipo)
está financiada por Qatar y Arabia Saudí, además de
legitimada de algún modo por Occidente. Entonces, atención,
solo en el caso de que un “brigadista” musulmán se integre
en el frente sirio en el seno de una organización terrorista
(como son los casos de los entre diez y doce ceutíes), sería
considerado como tal. Es decir, el mero hecho de ir a
combatir contra el Estado sirio y el régimen, legal por lo
demás, de El Assad, no convierte a priori a un combatiente
musulmán en terrorista. Y en Siria hay luchando en estos
momentos y, sobre todo, formándose en el manejo de armas y
explosivos, sobre 700 jovenes musulmanes (decenas de ellos
conversos) procedentes de Europa.
Con todo y como advertía el pasado día 20 en Correo
Diplomático, en los casos de los jovenes ceutíes reclutados
para la “yihad” en Siria (“yihad”, atención, contra otros
musulmanes), al fervor religioso de base y la previa labor
ideológica de islamización se unirían otras circunstancias
concurrentes, como la marginalidad, la indigencia cultural y
en ocasiones la falta de perspectivas de un trabajo estable.
En Ceuta y matizando al delegado del Gobierno en la ciudad,
Francisco Antonio González Pérez, no es que haya habido solo
“dejación en el control del yihadismo”. Peor aun: desde los
años ochenta, cuando ya se estaba incubando el huevo de la
serpiente, ha habido dejación, negligencia y cobardía a
varias bandas, dejándose crecer impunemente el islamismo
radical y sus prédicas, caldo de cultivo del actual
terrorismo yihadista. Porque de aquello polvos, no lo duden,
vienen estos lodos.
Es inaudito que entidades como la Ciudad Autónoma, la
Delegación del Gobierno y la misma Comandancia General (COMGECEU),
hayan permitido la construcción de mezquitas ilegales (la
del Recinto entre otras) en Ceuta, si bien digamos que desde
Comandancia notificaron en tiempo y forma (junio 2010) a la
Ciudad de la ilegalidad de las obras. O se siga sin meter
mano a presuntos y poderosos narcotraficantes que no dejan
de financiar generosamente, desde hace años, todo lo que
huele a islamismo radical, como es el caso por ejemplo de
Maimuni Al Kebir. (sí lector, el oscuro y peligroso
personaje en el que estás pensando) El terrorismo yihadista
no me preocupa, entrecomillado. Es un problema meramente
policial, abordable técnicamente. El gran riesgo es el
proceso gradual de islamización radical de la ciudad,
proyecto oscurantista emboscado y firmemente asentado
actualmente en varias mezquitas que delimitan el perímetro
ceutí: desde At Tauba (antigua Darkawia) en Príncipe a Ibn
Rochd (Averroes) en Benzú, pasando por la matriz de la secta
del Tabligh en Hadú (Al Noor) o la de Recinto Sur, entre
otras. Tal parece que las autoridades no acaban de digerir
aquello de “Con vuestras leyes os conquistaremos y con
nuestro Islam os someteremos”, pues de otra forma no se
explican las incautas complicidades y generosas ayudas
financieras que sostienen el entramado islamista, tanto en
Ceuta particularmente como en el resto de España.
Un islamismo radical por otro lado que, desde hace tiempo,
ya tiene en Ceuta cobertura política con nombre y apellido,
además del “compañero de viaje” o “tonto útil” anexo al
guión. ¿Es Ceuta hoy día (y en menor medida Melilla) una
ciudad corsario-islamista radical bajo los colores de la
bandera roja y gualda…?. Ese es el auténtico problema. Y
cada año que pasa, más. Visto.
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