Salió a la calle en el verano de
1995. Y a mí me tocó glosar su nacimiento. El cual se
produjo en medio de una absoluta indiferencia. Y los
ciudadanos le auguraban la corta vida tenida por otros
periódicos que se habían atrevido a competir con el único
existente en la ciudad. Incluso se hacían apuestas a ver si
alcanzaba el año de existencia.
Además de tener que vencer todas las circunstancias
negativas que lo circundaban, el nuevo periódico tuvo la
desgracia de encontrarse, cuando aún estaba dando sus
primeros y vacilantes pasos, con la llegada de una formación
política cuyo objetivo era cambiar a todo trance la línea
editorial del medio. A lo que se negó rotundamente el
editor. Por estar convencido éste de que el GIL no era la
solución para una ciudad que necesitaba evitar que
gobernasen personajes que venían dispuestos a desvalijar las
arcas públicas.
Actuando así, ‘El Pueblo de Ceuta’ se quedó solo ante el
peligro de una locura momentánea, que estaba dispuesta a
arrasarlo todo. Y lo hizo soportando las acometidas de
algunos dirigentes ‘gilistas’ que se creían legitimados para
avasallar a quienes no seguían sus directrices. Mientras
otros medios, sobre todo el que no se cansa de decirnos que
es ‘el faro que nos guía’, agacharon la cerviz,
interesadamente, y defendieron la causa del GIL hasta sus
últimas consecuencias.
‘El Pueblo de Ceuta’ tuvo, además del GIL, otro enemigo.
Pero me consta que a su animadversión nunca se le prestó la
menor atención en esta Casa. Por más que hace muchos años a
mí me diera por advertir de cómo Juan Luis Aróstegui
bramaba contra nosotros y nos calificaba de ser un panfleto
carente de lectores y al que le auguraba escaso recorrido. Y
hasta solía jactarse que llegaría el día en el cual él
podría aplicarnos el correctivo adecuado.
A medidas que los años iban pasando y ‘El Pueblo de Ceuta’
seguía saliendo a la calle y mostrándose como una empresa
capaz de hacer el periódico en la ciudad, con lo que ello
significa, el odio de Aróstegui iba aumentando al comprobar
que el muerto que él deseaba a todo trance estaba cada vez
más vivo y coleando.
Su despectivo proceder contra nosotros, me estoy refiriendo
a Aróstegui, se había convertido en obsesión. Así que nos
acusaba a cada paso de ser un libelo de mala muerte y sin
lectores. Y en cuanto halló el terreno abonado, puso todo el
empeño del mundo para que se nos aplicara el correctivo tan
deseado por él. Correctivo a un periódico por el cual él
siente una inquina que le hace padecer de distonía
neurovegetativa. Crónica.
Por todo ello, y sobre todo por airear, continuamente, que
somos una gacetilla de tres al cuarto, sin lectores, mucha
extrañeza nos causó y nos sigue causando lo escrito por el
líder de Caballas el día 13 de junio: acerca de que los
muchos votos perdidos en las últimas elecciones por la
coalición Caballas pertenecían a la mitad del electorado del
PSPC. Por mor de una campaña de prensa basada en la infamia,
en la cizaña, en la insidia y la mentira y en no sé cuantas
maldades más.
En su momento dije que no creía que se estuviera refiriendo
al periódico añejo, ya que colabora en él. Y mucho menos a
nosotros. Porque al estar tan faltos de lectores poco
podríamos influir en el electorado del PSPC. Ahora ocurre
otro tanto con Mohamed Alí. Al decir que Guillermo
Martínez ha dimitido porque le ha podido la presión del
‘caso Urbarser’ y de la Publicidad Institucional. En qué
quedamos: a ver si se aclaran ambos sujetos. Ah, Aróstegui:
cuidado con él.
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