Tras la arrancada protagonizada
por Francisco Antonio González el pasado lunes, a la
coalición Caballas no le quedaba otra opción que echarse al
ruedo y coger el toro por los cuernos. Pero la cornada
recibida un día antes era demasiado grave y tanto Alí como
Aróstegui optaron por escurrir el bulto, utilizando el
victimismo como bandera y los calificativos demagógicos para
desviar la atención.
Pero la realidad es que por responsabilidad política, por su
carácter representativo en la Asamblea de la Ciudad, por su
condición de formación política democrática, Caballas debió
pronunciarse sobre la actuación policial tan importante sin
pensárselo tanto y no forzados por las palabras del delegado
del Gobierno. Tanto Francisco Márquez como José Antonio
Carracao así lo hicieron a las pocas horas de conocerse la
operación policial. Ahí estan las páginas de este diario
para comprobarlo. Caballas en cambio no lo hizo.
Fátima Amed dijo “ya está bien de alimentar el miedo al
moro”. No, Fátima: miedo al terrorista, a ese que es capaz
de inmolarse en nombre de Alá, al que se suicida con un
arsenal de explosivos en su cuerpo. Nadie ha dicho,
absolutamente nada contra la comunidad musulmana. No
desvariemos en una demagogia peligrosa e inventada como
argumentario para justificar lo que resultaba de difícil
justificación.
Tampoco estuvo nada acertada la secretaria general del
Partido Popular. Yolanda Bel hubiera estado mejor callada,
porque el asunto a debate no era la demagogia de Aróstegui o
Alí; se trataba de pedirles explicaciones o conocer las
verdaderas razones para que callaran ante una situación que,
socialmente, suponía una verdadera “bomba”.
En definitiva, y volviendo al argot taurino, González Pérez
soltó un morlaco que Caballas no supo lidiar, con la
actuación incluida de Bel como desecho de tienta.
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