En su día, el Partido Popular,
creo que de boca de su Secretaria General María Dolores de
Cospedal, se autodenominó a sí mismo como “el partido de los
trabajadores”, pretendiendo así adoptar un discurso de
mayorías, algo lógico en campaña electoral. Tras casi dos
años de bajadas de salarios, de despidos y de recortes en
servicios utilizados mayoritariamente por la clase
trabajadora, tanto los miembros del gobierno como sus
voceros oficiales continúan pretendiendo instalar en el
imaginario colectivo esa imagen de defensores del trabajo,
aunque en otros ámbitos también se erijan como los
defensores del capital. Ellos son así, capaces de estar con
unos y otros. Son peperos y bolcheviques.
El sábado pasado, en un debate sobre la ley Wert de
Educación, Alfonso Rojo, director de “Periodista digital” y
hombre de derechas, justificaba los recortes en Educación
presentándolos como beneficiosos para los trabajadores
porque claro, el mantenimiento de las becas sale del
bolsillo de todos, o como él decía, “del bolsillo del
panadero, del obrero, etc”, afirmando que “es que esto la
gente no lo sabe”. Para este tipo, la sociedad es, o
ignorante o idiota, porque aun sabiendo que el gasto social
sale de su bolsillo protesta cuando se anuncian recortes en
esos gastos. El argumento de Alfonso Rojo es la apelación al
egoísmo de las personas. Él estaría contento sin pagar ni un
céntimo de impuestos, aunque ello significase que la gente
que se mata a trabajar por un salario mínimo que seguramente
él también eliminaría no pudiera acceder a un médico cuando
enfermase o no pudiera procurar un futuro mejor a sus hijos.
En definitiva, lo que promulga este periodista reconvertido
en bufón televisivo es un orden de cosas y un reparto del
trabajo y los recursos en el que los pobres sigan siendo
pobres y los ricos se hagan cada vez más ricos, y para que
su mensaje cale debe adoptar el discurso “obrero” de
Cospedal, presentando el pago de impuestos como perjudicial
para “el panadero del barrio”, sin decir que seguramente ese
panadero lleve a sus hijos a una escuela pública, tenga una
madre enferma a la que están haciendo pagarse los
medicamentos y se pase las noches pensando como llegará a
fin de mes en el caso de que deba pagar en el futuro las
tasas de una carrera universitaria. Rojo omite que, en
realidad, con una política fiscal justa el pago de impuestos
no debería ser tan “molesto” para ese panadero por el que él
se desvive, sino para esas grandes fortunas que no pagan.
Ahí está el centro del debate sobre Educación, sobre los
recortes y sobre la crisis. Hay que dejar de partir del “no
hay dinero” para comenzar de una vez por el “hay mucho
dinero que no se quiere coger”, porque los defensores del PP
parten, en cada debate al que asisten, de una verdad
absoluta que sencillamente es falsa. Sí que hay dinero para
Educación, para Sanidad, para pensiones y para dependencia,
lo que ocurre es que su orden de prioridades es otro.
Aunque comprensible, es indignante que aquellos que
desprecian a los humildes traten de venderles una política
contraria a sus intereses de forma tan zafia. Entre estos
mercaderes también se encuentra Francisco Marhuenda,
director de “La Razón”, quien en el mismo debate defendía
que con las nuevas medidas educativas lo que se está
haciendo es premiar la excelencia, algo que cae por su
propio peso. Un pobre que suspenda o no saque buenas notas
lo tendrá muy jodido para poder seguir estudiando; el rico
podrá suspender todas la veces que quiera porque puede
permitírselo. Marhuenda lo reconoció, contestando que “la
vida es así”, a lo que su interlocutor, un estudiante de
medicina perjudicado por las políticas del PP le respondió
brillantemente: “la vida es así porque la gente como usted
quiere que sea así”. Exacto.
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