El bochornoso espectáculo que se
dió ayer en el pabellón de La Libertad al término de la
final de Copa de fútbol-sala en categoría ¡benjamín! es
motivo de alarma porque algo no funciona bien en el
comportamiento de quienes han de ejercer más de educadores
de los niños de corta edad, que como entrenadores. Da la
sensación que aquéllos monitores formados por la Federación
de Fútbol para ejercer como responsables de los equipos
desde el banquillo, no asistieron a clase cuando se impartió
la asignatura de disciplina deportiva, “fair play” o juego
limpio. O no asistieron o sencillamente, no se enteraron de
su contenido.
Por desgracia, episodios de esta naturaleza no son extraños
en el fútbol local, aunque ya es alarmante que se produzcan
a nivel tan bajo del fútbol-base, porque si ésta es la línea
de conducta que van a asimilar los más pequeños, apaga y
vámonos. Adoptar los comportamientos más deleznables del
fútbol profesional en categorías tan tempranas es una forma
de vida deportiva no menos aberrante. Convertir en
conflicto, en violencia deportiva, en batalla campal, el
final de un encuentro que ha de servir de entretenimiento a
los más pequeños, es la consecuencia más perversa y
deleznable que cabe a estos niveles de competición.
La Federación de Fútbol de Ceuta ha de actuar con
ejemplaridad a nivel de sanciones para erradicar estas
conductas vergonzosas. La violencia en el deporte en general
y en el mundo del fútbol en particular, requiere tolerancia
cero. Un ámbito noble de competición y sentido
participativo, no puede constituirse en una amenaza seria
para la integridad física de nadie. La grandeza del deporte
y del fútbol no la pueden empañar aquéllos que ejercen la
barbarie. Tolerancia cero.
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