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OPINIÓN - VIERNES, 21 DE JUNIO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Jueces
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hoy me he echado abajo de la cama con dos alegrías: saboreando el triunfo del Madrid de baloncesto y viendo a mi perro, un día más, moviendo el rabo. Lo cual me reconforta. Luego, cuando caminaba por el paseo de la playa de Benítez, un lector se dirigió a mí para decirme que haría muy bien en no olvidarme del ‘caso urbaser’. Y le respondí que haré cuanto esté en mis manos. Que es bien poco. Pues qué más quisiera yo que atender a las muchas peticiones que se me vienen haciendo para que este asunto no decaiga lo más mínimo en esta columna.

Pero a veces, uno propone y ya saben ustedes lo que sigue. Lo que sigue lo están sufriendo en sus carnes algunos jueces. Vamos, los que en cuanto tratan de enchironar –o enchironan- a un miembro destacado de la Banca, perteneciente a esa ristra de ‘chorizos’ de cuello blanco, se exponen a sufrir varapalos que pueden dar al traste con su carrera.

Sí; claro que sí me consta que en cuanto me lean algunos que yo me sé saldrán hablando de carrerilla contra mí porque están convencidos de que yo soy defensor de quienes tienen la enorme responsabilidad de impartir justicia. Una tarea tan compleja como para que yo forme parte de esa muchedumbre que no quisiera verse en el pellejo de sus señorías.

Tampoco es menos cierto que habrá jueces que instruyan mal y otros que Interpreten las leyes, dentro de las posibilidades que las mismas ofrecen, de modo que sus sentencias sean vistas de manera esquinada. Pero tengo la sensación de que serán los menos. No creo que sea plato de buen gusto irse a la cama sabiendo que se ha mandando a la cárcel a alguien porque sí. Por su “mirada torva”, su vestir inapropiado, sus gestos provocadores o bien porque derrochaba altanería que estaba pidiendo un escarmiento a voces.

Quien escribe, cuando se dedicaba a otro menester muy distinto al actual, tuvo la oportunidad de mantener buenas relaciones con algunos hombres encargados de impartir justicia. Los que suelen, cuando se ponen la toga que lleva en la bocamanga adorno de puntilla, acollonar a quienes se han de sentar en el banco destinado al acusado. Y podría contar algunas anécdotas que harían las delicias de algunos. Pero hay comportamientos y confidencias que están mejor guardados bajo llave.

Pues no, mire usted, le prometo que no voy a referirme al juez Garzón. A quien sus enemigos ya se han encargado de sambenitarlo a placer, fechas atrás, mediante la complacencia eufórica de unos contertulios que se la tenían jurada. Lo cual no quiere decir que los errores de BG no hayan sido causados por el egoísmo. Si a ello, si lo hubo, se le suma la envidia que generaba por su forma de hacerse notar, ya tenemos los ingredientes por los cuales le han crucificado.

De momento, tal y como están las cosas en nuestra España, no le arriendo la ganancia a José Castro; juez que lleva lo de Urdangarín. No me sorprendería, pues, que su señoría saliera del asunto herido de un ala. Y envejecido por las noches toledanas que debe estar ocasionándole el caso de marras.

A quien le espera el vía crucis correspondiente es a Elpidio Silva. Y es que meter en la cárcel a Blesa, un mandado de Rodrigo Rato, ha propiciado que lo tachen de todo lo malo habido y por haber. Y, desde luego, a quien se le ocurre ser singular y polémico. Eso no lo tolera, de ningún modo, Alberto Ruiz Gallardón. Ministro y fiscal.
 

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