El nuevo fracaso cosechado por los
convocantes de la manifestación del pasado fin de semana
contra las políticas del Gobierno de España, bajo el lema
“Por el empleo y la protección social” ha provocado, una vez
más, la reacción inmediata del “progresismo” ceutí. Un
progresismo que se empecina, convocatoria tras convocatoria,
en justificar sus fracasos acusando duramente a la
ciudadanía de inmovilismo y despreocupación ante los
actuales problemas sociales, obviando totalmente su propia
responsabilidad.
Quienes así se pronuncian, son los mismos que hace algunos
años guardaban el mayor de los silencios ante las erróneas
decisiones de un Gobierno de izquierdas, que llevo al país a
las peores cifras macroeconómicas de nuestra historia
democrática. Quienes así se pronuncian, son los mismos que
hace algunos años compartían protagonismo con quienes
aprobaron una reforma laboral atentatoria contra los
derechos de los trabajadores, redujeron las retribuciones de
los trabajadores públicos o congelaron las pensiones a
nuestros mayores.
Sin ninguna duda, los ciudadanos no somos conformistas, no
compartimos las decisiones adoptadas en los últimos meses
por el Gobierno de España, pero sí entendemos la
insostenibilidad de un sistema que nos abocaba
irremisiblemente a sufrir las consecuencias de un más que
seguro rescate económico, mientras las centrales sindicales
mayoritarias se convertían en copartícipes del Ejecutivo
anterior al mantener el mayor de los silencios mientras nos
llevaban a la peor situación posible. Estas y no las
acusaciones vertidas por los dirigentes “progresistas” son
las razones que han llevado a la ciudadanía a desatender las
diferentes convocatorias de manifestaciones provenientes de
las centrales sindicales mayoritarias. Señores progresistas,
la situación actual no nos da igual.
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