Uno, que tiene que escribir todos
los días y fiestas de guardar, ha de estar siempre
prestándole oído a lo que se dice en nuestra ciudad,
mayormente. Hay veces en las que me encuentro con el tema
local adecuado para sacarle punta. Y otras en las que me
cuesta lo indecible hallarlo y que merezca, además, las
seiscientas palabras que suele contener “El Oasis”.
Hoy, cuando me disponía a escribir, tras haber repasado
todas las noticias locales, era patente que estaba condenado
a opinar una vez más de la corrupción generalizada o del
pánico de los parados; del ‘caso Urbaser’; de los líos de la
Familia Real o de cómo los futbolistas del Barcelona andan
pidiendo a gritos que Vicente del Bosque sea, en
cualquier momento, entrenador azulgrana. Por ser éste
arquetipo de bondad y más justo que Salomón (con Del
Bosque, de presidente del Gobierno, a buen seguro que
nuestra España comenzaría a carburar a media vuelta de
manivela). Cuando mi intención era, como casi siempre, dar
mi parecer sobre algo ocurrido en Ceuta.
Cuando estaba sumido en un mar de confusiones, debido a
carecer de motivo ceutí para darle vida a la columna, me dio
por poner la radio situada en mi salita de escribir, algo no
habitual en mí, y oí unas declaraciones en la Cadena Ser
donde Juan Luis Aróstegui hablaba de la amistad. Y
dije para mí: Tate, Manolo, el líder de la coalición
Caballas te ha salvado ya el compromiso del día.
A propósito: mentiría si no dijera que, desde hace ya sus
años, el secretario general de CCOO me facilita la labor de
emborronar el folio y medio. Reconozco, como persona
agradecida que soy, que el sindicalista me suele sacar de
muchos atolladeros. Y es así, porque cuando se pone a
largar, además de no tener fin, dice lo primero que se le
viene a la boca.
Por consiguiente, nada extraño hubiera sido que, hablando de
su reconocida confraternidad, se le hubiera ocurrido
expresarse de tal guisa: “Dicen que soy un mafioso, porque
mi sentido de la amistad es tal que recuerda un poco a la de
los gansters”. Pero no; créanme que Aróstegui no hizo suya
las palabras que un día dijera Gabriel García Márquez.
Aunque tampoco tienen desperdicios las pronunciadas sobre su
relación afectuosa con Juan Vivas.
Aróstegui, haciendo uso de una entonación digna de una
declaración tan ansiada, a fin de que todos los ceutíes
conocieran, de una vez por todas, que él y nuestro alcalde
están unidos por el compañerismo, la camaradería, el
aprecio, la devoción y la lealtad a raudales, propaló a los
cuatro vientos que él y Vivas llevan treinta años siendo
amigos. Amigos de verdad. Por más que a algunos les pese.
Cierto es que, confesado el hecho, el amigo del alma de
nuestro alcalde puso el pero: Lo cual no quiere decir que la
forma de gobernar de mi amigo no sea detestada por mí. Ya
que atenta continuamente contra quienes venden los huevos… o
sirven a los poderosos. Lo de siempre: Aróstegui
arremetiendo contra un sector determinado de la ciudad. Más
o menos así acabó su manifestación de amistad con Vivas.
Amistad que no hay que poner en duda. Pero yo no recuerdo
haber visto a Vivas, hace treinta años, disfrazado de Che
Guevara, dándose pote de revolucionario por las calles
de Ceuta y metiendo la pata en establecimientos públicos. De
cualquier manera, habré de preguntárselo a Manolo
González Bolorino. Que debe saberlo mejor que nadie.
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